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martes, 6 de abril de 2010
Viaje al país de los tracios II
Clio, la musa de la historia, hija de la Memoria, en lo que respecta a Tracia ha optado por callarse. Por eso Tracia es el país de las cosas calladas, pensadas o adivinadas.
Los tracios fueron un pueblo enigmático no helénico, que se extendió por la actual Bulgaria, Serbia, norte de Grecia, Turquía y Rumania. No construyeron ni fastuosos templos ni gigantescos monumentos, ni parece que poseyeran una lengua escrita. Nunca alcanzaron una unidad política completa y, tras un periodo de esplendor que se inicia a finales del siglo V y dura un par de siglos, finalmente fueron absorbidos por los romanos en el 45 a. C, dejando tras de sí la herencia de sus tesoros, sus tumbas y sus pinturas murales. En su contacto con los griegos fueron capaces de introducir en la corriente cultural helena una de las ideas más relevantes en la conformación de la individualidad del hombre europeo: la idea del alma.
Nada de esto es falso, pero si el lector visita cualquiera de los museos de Bulgaria con la única guía de estas palabras, pronto descubrirá que se encuentra totalmente desorientado. Si penetra en el mágico ámbito de las tumbas de Kazanluk, si ha ascendido a Tatul o a Perperek, si se ha adentrado hasta el corazón de la tumba de Sveshtari, si ha visto una sola vez los tesoros de Vulchitrun, de Panagjurishte, de Rogozen, de Borovo, de Letnitsa, de Vratsa, de Lukovit… si ha entrado en la tumba de Starosel… si ha, simplemente, entrevisto, las pinturas de Alexandrovo o de Kazanluk… convendrá conmigo en que los tracios son un sorprendente misterio histórico, un enigma con una irresistible capacidad de seducción que sólo recientemente y de manera muy lenta está comenzado a descifrarse.
Si el enigma de los tracios se mantiene aún indescifrable es porque comenzamos por ignorar de dónde salieron y qué tierras, exactamente, ocuparon. La manera más fácil de resolver esta cuestión es cortando por lo sano: los tracios fueron los habitantes de una región a la que los griegos dieron el nombre de Tracia. Pero poco en claro sacaremos de esta generalización trivial si no somos capaces de plasmarla geográficamente y situar en su lugar preciso a los habitantes de todas aquellas regiones en las que puede suponerse que vivieron tribus tracias. Dicho de otra manera: necesitamos diferenciar entre el criterio geográfico-político y el etnográfico. Pero ocurre que ambos se confunden con frecuencia en nuestras fuentes. Para Homero son tracios los que viven más allá del Helesponto, esto es, también en el Helesponto, pues en las dos orillas de este estrecho moraban tribus tracias. Entre los bitinios, un pueblo de origen tracio de la península de Anatolia, se adoraba a la diosa tracia Bendis e incluso uno de sus meses llevaba el nombre de esta divinidad. Podemos sospechar que muchos helenos se referían con el nombre de “tracios” a las gentes que poblaban las tierras al norte de Grecia. Algunos los confunden con los ilirios, otros con los escitas, otros más con los frigios...
No sabemos hasta qué punto el gran número de tribus que una fuente u otra considera tracias, poseyó alguna común identidad cultural o algún tipo de sentido de la copertenencia. Lo que sí parece evidente es que cada una de ellas se empapó de manera diferente con cada una de las grandes influencias culturales que conocieron a lo largo de su devenir histórico: en primer lugar la escita y, posteriormente, la cretense, la fenicia, la persa, la griega, la helenística y la romana. Parece igualmente cierto que las diferentes tribus tracias, al menos hasta la retirada de los persas de su suelo, prefirieron vivir más en pequeños núcleos tribales dispersos que en grandes estructuras políticas. No existió ninguna unidad política relevante entre ellos hasta la aparición del reino de los Odrisios, a comienzos del siglo V antes de Cristo. Hasta entonces formaban un conjunto desconexo de pequeñas comunidades gobernadas con estructuras arcaicas, que carecieron de la cohesión que proporcionan las instituciones políticas. Eso no quiere decir, sin embargo, que desconocieran todo tipo de refinamiento cultural. Si así fuera, nos resultará imposible comprender por qué los cultísimos griegos los relacionaron con el desarrollo de la música y de artes tan complejas como la medicina. Nombres como los de Eumolpo, Orfeo, las Musas de Piera, Zalmoxis y Zagreo tuvieron un origen tracio.
Si observamos la cultura tracia desde la historia de Grecia, es decir, desde los documentos griegos que nos hablan de ella y desde su proceso de helenización y posterior romanización, podemos distinguir, a grandes rasgos, tres periodos:
1. El primero comenzaría cuando los tracios toman contacto con la cultura micénica. Me parece importante insistir en “los tracios” y no, aún, en Tracia, pues, como ya he dicho no se configuró una estructura político-administrativa entre ellos hasta el siglo V. Nuestras fuentes para estudiar este periodo, además de las arqueológicas, son Homero y la tradición mítica.
2. En el segundo periodo, a partir del siglo VII, se produce el encuentro cultural entre tracios, fenicios y helenos, gracias, sobre todo, a las colonias de las costas del Egeo y del Mar Negro. Por medio de este contacto los tracios comenzaron a apropiarse de modos de vida, de artes y de técnicas foráneas que permitieron la paulatina emergencia de una cultura original, fruto de la síntesis entre lo autóctono y lo ajeno, que explica en parte la etapa de esplendor de la cultura tracia de los siglos V y IV. Especialmente relevante fue su apropiación de la lengua griega, que parece que funcionó como lenguaje culto entre las tribus tracias. En este periodo tuvieron lugar las dos invasiones persas, que conllevaron la ocupación militar de Tracia y su conversión en satrapía persa del 500 al 480 a.C. Tras la retirada de los persas, las tribus tracias, en lugar de recuperar sus antiguos modos de vida, se organizaron en comunidades complejas, dando lugar al primer reino tracio digno de este nombre. Fue fundado por Teres en el 460, que de esta manera se convirtió, históricamente, en Teres I (480-460), el primer rey de los Odrisios. Los odrisios eran la tribu más poderosa de los tracios y la única capaz de unir a las demás. Sus dominios se extendieron por la llanura central de la actual Bulgaria, donde construyeron la única ciudad tracia de cierta importancia de la que tenemos constancia, diseñada, por cierto, con las más modernas técnicas urbanísticas de los griegos. La ciudad se llamó Seutópolis. Posiblemente fue destruida durante las invasiones celtas del 275. El hijo de Teres fue Sitalces (460-424), llamado el Grande. Extendió las fronteras de su reino hasta el Danubio por el norte, las costas del Mar Negro por el este y las montañas Rodopes en el sur. Su reinado fue la época de máximo esplendor de los odrisios. A partir de Teres y Sitalces los tracios participaron activamente en los asuntos internos de los griegos.
3. En el tercer periodo las tribus tracias, una vez sometidas al dominio macedónico, pasan a formar parte del mundo helenístico. Los tracios, y muy especialmente los odrisios intentaron mantener sus estructuras políticas, pero el huracán del helenismo era imparable, como lo demuestra la fundación de importantes ciudades en el interior: Filípolis, Kabyle o Beroe. Durante este periodo el nombre de Tracia perdió definitivamente su significado étnico y pasó a ser un término geográfico. Pronto se convertiría en una provincia romana.
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La piel de la culebra
I No nos podemos bañar dos veces en el mismo río, decía Heráclito. II Todo cambia y nosotros con ello. Pero el ritmo del cambio se manifies...
Uauu Luri.. Ya le echábamos de menos !!
ResponderEliminarInteresantísima entrada. Cuando uno se topa con civilizaciones "perdidas" o enigmáticas no deja de asombrarse. A mí me interesaban los misteriosos pictos escoceses. No obstante, después de un tiempo de infructuosas investigaciones me empecé a asombrar del poder de asimilación de los romanos. Recuerdo que discutí por horas con un amigo griego sobre quiénes tenían mayor poder de asimilación, si los griegos o los romanos. Un abrazo.
ResponderEliminar¡salivando estoy! Me acabas de hilvanar el plan estival. Tomaré Gabrovo como epicentro y el humor como GPS entre el 20 y 28 de Agosto, pero antes o después me lanzaré a recorrer parte de ese enigmático bucle googleliano de perdición con el que ilustras vuestra odisea. "Las trazas de tracios trazar quiero yo", parafraseando a Dick Van Dyke en Mery Poppins.
ResponderEliminarCarlos
Susana: Hola, me llamo Gregorio Luri, y soy blogadicto...
ResponderEliminarLutsek: Descubrir un enigma, como el de este pueblo, es un premio que dura toda la vida.
ResponderEliminarCarlos: ya hablaremos de las carreteras... y de Lepe...quiero decir, de Gabrovo.
ResponderEliminar¿Para cuándo "El apasionante misterio de los tracios" o "La huella del tracio errante" o "Tracia: el último enigma de la Historia" o "El despertar de los tracios" o "El alma misteriosa de los tracios"...? ¡Se lo quitarían de las manos! Más aún en Planeta...
ResponderEliminarEso sí, reclamaré el copyright de cualquiera de estos títulos...
Leído con placer.
ResponderEliminarEs posible que no conozcamos el origen exacto del pueblo Tracio,ni sus fronteras, ni sus creencias. Con frecuencia se mezclan mitos y leyendas y quedan muchas hipótesis en el aire, pero es un pueblo que mas de tres mil años después de su estancia por tierras Búlgaras ha dejado un legado impresionante, capaz de despertar los sentimientos mas profundos de admiración ante sus tumbas, sus pinturas su visión del mas allá. Animo a todos sus contertulios a echar una mirada sobre este pueblo, no quedaran decepcionados!!!
ResponderEliminarJuan: Todo se andará... no lo dude...
ResponderEliminarCarlos: Gracias
ResponderEliminarGlauka: Un melancólico abrazo... y un trago de raquía.
ResponderEliminarBUENAS A TODOS LOS TRACIOS Y BULGAROS E LO MIZMO LO QUE PASA ES QUE NO QUIEREN QUE SE SEPA LA VERDAD SOBRE ESTO AY MUCHO POR HABLAR
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