He vuelto a Tudela, la ciudad en la que transcurrieron -tan deprisa- mis perplejos 16 y 17 años, cuando la vida era una golosa promesa que parecía al alcance de la mano y cada persona que conocías era original e irrepetible; cuando la entrada a un bar nuevo era como explorar un nuevo mundo y en los bolsillos de mis pantalones había el dinero justo para decidir si comer o ahorrar para comprarme un CD o un libro. A veces me daba para el libro y un donut que solía irme a comer a la catedral. Fueron buenos tiempos. Por eso me he alegrado tanto al reencontrarme con algunos amigos a los que hacía casi 50 años que no veía. El tiempo ha pasado por su rostro, pero permanece idéntica su forma de reírse, de andar, de hacer gestos con la mano mientras hablan, etc.... minucias entrañables de la identidad. Esta mañana me he levantado muy temprano para recorrer el casco viejo de amanecida. Hacía frío, pero ha merecido la pena.
Señor Luri, hombre, a sus 16 o 17 años, no debía poder comprar CD, sino LP de vinilo.
ResponderEliminarTiene usted toda la razón. Me refiero a cintas de cassette. Por alguna razón se me ha entrometido el CD.
EliminarQuizas haya un corte histórico entre quienes llegamos a comprar cintas y los que no,, y por eso no entendanos tantas cosas.
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