Los tudelanos, con toda la amabilidad del mundo, me prepararon un calendario en el que estaba siempre acompañado. Se lo agradecí muy sinceramente, pero lo que yo quería era recorrer la ciudad de Tudela a mi antojo, para dar con aquellos lugares que forman parte de mi biografía sentimental, que no tiene otro interés que el de ser mía.
Me dirigí en primer lugar, al Cine Regio y me lo encontré cerrado y en venta. Me imagino que pronto levantarán en su solar un flamante edifico despersonalizado. El Regio fue para mí un refugio de muchas tardes invernales de domingo. No recuerdo el título de la primera película que vi allí. Sí recuerdo que era para mayores de 18 y yo tenía 16. La protagonista era la escultural Analía Gadé. Corría el año 1971. Colarse en una película de mayores de 18 años era nuestro ritual de paso. Después, a la salida, me gustaba subirme a un autobús urbano y dar vueltas por la ciudad, mientras la imaginación volaba a su antojo, espoleada por las imágenes de la película que acababa de ver.
Ya no voy al cine. Iba esperando encontrar lo que encontraba en el Cine Regio, esas películas que te abducían y te metían en su trama y te hacían vivir con una intensidad alborotada las experiencias de los protagonistas, pero lo que hallaba en los últimos años no me daba para tanto. Que quede claro que no le echo la culpa al cine actual, sino a mis expectativas.
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