Ustedes ya están al tanto de mis reticencias a lo que Pedro Mártir de Anglería llamaba "novolatría", o sea, a la rendición incondicional ante lo nuevo por el mero hecho de ser nuevo, sin ninguna consideración a su bondad. Para el novólatra, lo nuevo es más relevante que lo bueno. Como he podido comprobar varias veces, en nuestros días nadie se enfada si le dices que está equivocado. "Es mi opinión", te contestará, dando por supuesto que toda opinión es respetable por el mero hecho de ser propiedad de quien la emite, independientemente de su fuerza argumental. Pero se corren serios riesgos si te atreves a decirle que está anticuado.
El hecho de que sea crítico con los novólatras no significa, en absoluto, que sea ni reacio ni ajeno a una cuantas novedades de nuestro tiempo que contribuyen a hacer la vida más densa. Trasteo con frecuencia por las redes sociales y gracias a ellas he descubierto a personas de las que me enorgullezco ahora de considerarme su amigo y ninguno de mis últimos libros podría haberse escrito sin el correo electrónico y sin el acceso a las hemerotecas, archivos y editoriales remotas.
Esta tarde doy una videoconferencia a un grupo de profesores de una universidad de Puebla, México. Bien es cierto que el técnico de la universidad ha sido paciente conmigo, porque no solamente quiero que me vean. Quiero, al mismo tiempo, pasar diferentes imágenes y esquemas de un PowerPoint. ¿No es maravilloso poder impartir una lección en vivo y en casi-directo a un grupo de mexicanos sin moverte de tu casa? No puedo sino gritar entusiasmado un "¡Viva la buena tecnología!"
¡viva la buena tecnología, cabrones!
ResponderEliminar¡Eso es!
Eliminar¿No nos cuenta cómo ha ido su experiencia tecnológica, don Gregorio?
ResponderEliminarHa sido una buena experiencia. Me ha permitido volver a estar en contacto con mis amigos de PPuebla durante hora y media y creo que ha sido útil.
EliminarAhora bien...
1. Las videoconferencias son mejor que ninguna conferencia. De esto, no tengo dudas.
2. Pero la relación educativa fundamental es la relación cara a cara. Hablarle a una pantalla es algo frío, despersonalizador, sin intensidad... A mi me gusta ver cómo los que me oyen reaccionan a mis palabras, si se mueven, si tosen, si esto les interesa más que aquello... La relación cara a cara tiene algo que la videoconferencia no puede tener: en la relación cara a cara el que te oye sabe si tú que hablas te crees lo que dices y la confianza en las propias palabras les otorga a estas un plus de verosimilitud.
3. En fin: que hay buenas nuevas tecnologías... pero yo no me apresuraría a tirar lo viejo al cubo de la basura.
Estóy de acuerdo en su segundo punto. Respecto al tercero, tampoco me caben dudas: seguimos fabricando bolígrafos e incluso estilográficas.
EliminarCreo que su primer punto daría para una entrada, por qué una videoconferencia es mejor que ninguna conferencia.
Por supuesto, si me permite la sugerencia, don Gregorio. Mis inclinaciones informáticas y humanistas me dictan que se la haga.