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martes, 30 de julio de 2019

Cuento para mi nieto, que regresa a casa

No hay viajero interestelar que no tenga conocimiento de la existencia del planeta de las almas lisiadas y de la de sus dos más notables pacientes.

Es un planeta azul, como el nuestro, la Tierra, pero acoge a los que padecen ataques agudos de melancolía, porque sus aires, muy salutíferos, son lo mejor que hay para sanar cualquier herida del alma. En sus montañas, muy altas, abundan las fuentes de aguas armoniosas que proporcionan tranquilidad espiritual a los sedientos de armonía anímica. Las gotas de lluvia, al caer, dan unos masajes en la cabeza que ayudan a olvidar los desengaños, pero, lamentablemente, no se pueden olvidar los olvidos. En definitiva: que todos los trastornados del cosmos se congregan allí...  y casi todos sanan en pocos días. Sólo dos viejecitos padecen una melancolía irrecuperable que  ninguno de los remedios naturales del planeta de las almas lisiadas puede curar.

Estos dos viejecitos padecen una tristeza tan profunda que no hay manera de disolvérsela ni con un batido concentrado de alegría. Pasean siempre juntos, contándose una y otra vez sus vidas. Ella se llama Rosaura y él, Leopoldo.

Rosaura le repite cada tarde a Leopoldo la misma historia. Su novio llegará de un día para otro para casarse con ella. Se separaron hacía muchos años de malas maneras por culpa de ella. Él tenía que ir a explorar los límites de un agujero negro y ella no quería quedarse sola, así que se enfadó y se negó a darle un beso de despedida. Rosaura sabe que su novio emprendió el viaje muy, muy triste, pero confía, ciegamente, en que no tardará en volver y se reconciliarán y serán felices, porque aquel beso que no dio está creciendo en ella com un globo y está a punto de ocupar todo su interior.

Leopoldo le repite tambien a Rosaura, cada tarde, la misma historia. Tiene que volver a su base porque allí lo espera su novia. Se separó de ella hace mucho tiempo porque a él le ordenaron ir a explorar los límites de un agujero negro y ella no quería quedarse sola. Las órdenes, sin embargo, eran estrictas y perentorias. Le rogó que lo comprendiera, pero ella se negó a darle un beso de despedida. Desde entonces vive con un vacío en el centro del corazón que crece y crece sin parar y sólo aquel beso antiguo puede llenar. Ahora estaba a punto de terminar su exploración y regresaría junto a ella.

Sí, aquellos dos ancianos son Rosaura y Leopoldo.
Rosaura enfermó de tristeza cuando Leopoldo salió a cumplir su misión y una profundísima melancolía, que le impedía vivir en la realidad, se apoderó de ella. El pelo se le encaneció, la espalda se le curvó, perdió mucha vista, enflaqueció…
Leopoldo regresó a la base un año después de su partida y al encontrar a Rosaura enferma, él también enfermó de tristeza. Su dolor fue tan grande que acabó confundiendo el pasado, el presente y el futuro.

Ahora, enfermos los dos, son las figuras más famosas del planeta de las almas lisiadas. Todos saben quiénes son, excepto ellos. Rosaura espera la llegada de Leopoldo sin darse cuenta de que lo tiene a su lado, y Leopoldo espera su inminente viaje de regreso sin darse cuenta de que regresó hace años.

Caminan uno al lado del otro por los caminos que llevan a las fuentes de aguas armoniosas, pero, por mucha agua que beban, nada puede disolver su pena. Así que envejecen añorando lo que tienen al alcance de la mano.

2 comentarios:

  1. Estoy segura que tu nieto sanará en pocos días como los habitantes de ese interesante planeta, lo importante es que ya esté en casa.

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