miércoles, 24 de julio de 2019

Calor

I
¿Cómo demonios hacían los griegos para pensar en pleno verano? Quizás la famosa caverna de Platón no sea una metáfora y nombre un refugio subterráneo fresquito en el que los filósofos socráticos de Atenas se refugiaban para no acalorarse dándoles vuelta y vuelta a las ideas. No se puede pensar y sudar al mismo tiempo. El sudor nos materializa de la forma más obscena.

II
Leo en Alex Beard: "Tenemos que preguntarnos si estamos aprendiendo a utilizar las herramientas [tecnológicas] actuales o si son ellas las que están aprendiendo a utilizarnos a nosotros”.

III
San Agustín: “Nadie es conocido por otro mejor que por sí mismo y, sin embargo, nadie se conoce tan bien a sí mismo que pueda estar seguro de su conducta de mañana”.

IV
Antístenes (y esto es lo que más duele): "Los Estados caen cuando no pueden distinguir a los locos de los cuerdos". Podría traducir este aforismo de Antístenes también de esta manera: "Los Estados se desintegran cuando no son capaces de diferenciar lo alto de lo bajo".

V
Firmo con Ariel el contrato de mi próximo libro. Tratará del valor del conocimiento y saldrá a principios del año que viene.

VI
Me llegan las galeradas de un libro de aforismos que mi querida Isla de Siltolá publicará cuando llegue el fresco:


Este es para mí un libro muy especial, porque nació, sin que yio fuera conscientemente a buscarlo, en la penumbra de la iglesia de San Agustín, en Puebla, México, a donde había entrado para refugiarme del inclemente sol del mediodía. Durante aquellos días, todo mi horizonte esstaba concentrado en un punto: el volcán y sus columnas de humo. Horizonte y aforismo tienen la misma raíz griega: "horos" (mojón).

VII
Ya les he contado que hay una mujer en París -Dios la proteja- que cree que soy Calderón de la Barca, cosa que me llena de orgullo. Ayer le envié este maravilloso soneto de nuestro inmortal poeta:

Éstas que fueron pompa y alegría
despertando al albor de la mañana,
a la tarde serán lástima vana
durmiendo en brazos de la noche fría.

Este matiz que al cielo desafía,
Iris listado de oro, nieve y grana,
será escarmiento de la vida humana:
¡tanto se emprende en término de un día!

A florecer las rosas madrugaron,
y para envejecerse florecieron:
cuna y sepulcro en un botón hallaron.

Tales los hombres sus fortunas vieron:
en un día nacieron y espiraron;
que pasados los siglos, horas fueron.

2 comentarios:

  1. este fragmento es brutal:

    A florecer las rosas madrugaron,
    y para envejecerse florecieron:
    cuna y sepulcro en un botón hallaron.

    el florecer es madrugar y al tiempo, ir envejeciendo!
    yo, que no soy el autor, hubiése dicho: cuna y sepulcro, en un anillo amaron...
    EnRi

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  2. Lo que llamamos el comienzo es a menudo el fin
    y llegar a un fin es hacer un comienzo.
    El fin es de donde arrancamos. Y cada expresión
    y frase que sea correcta (donde cada palabra esté en su casa,
    ocupando su lugar para apoyar a las demás,
    la palabra ni desconfiada ni ostentosa,
    un fácil comercio de lo viejo y lo nuevo,
    la palabra corriente, exacta sin vulgaridad,
    la palabra formal, precisa pero no pedante,
    el conjunto completo bailando juntos)
    toda expresión y toda frase es un fin y un comienzo,
    todo poema es un epitafio. Y cualquier acción
    es un paso al tajo, al fuego, por la garganta del mar abajo
    o hacia la piedra ilegible: y ahí es donde arrancamos.
    Morimos con los agonizantes:
    ved, ellos se marchan, y nos vamos con ellos.
    Nacemos con los muertos:
    ved, ellos vuelven, y nos traen con ellos.
    El momento de la rosa y el momento del tejo
    son de igual duración. Un pueblo sin historia
    no se redime del tiempo, pues la historia es una ordenación
    de momentos sin tiempo. Así, mientras la luz cae
    en una tarde de invierno, en una capilla apartada
    la historia es ahora e Inglaterra.

    Con la atracción de este Amor y la voz de esta Llamada

    No cesaremos de explorar
    y el fin de toda nuestra exploración
    será llegar a donde arrancamos
    y conocer el lugar por primera vez.
    A través de la puerta desconocida, recordada
    cuando lo último de la tierra por descubrir
    sea lo que era el comienzo;
    en la fuente del río más largo
    la voz de la cascada escondida
    y los niños en el manzano
    no conocida, porque no buscada
    pero oída, medio oída, en el silencio
    entre dos olas del mar.
    Deprisa ahora, aquí, ahora, siempre –
    una situación de completa sencillez
    (costando no menos que todo)
    y todo irá bien y toda
    clase de cosas irán bien
    cuando las lenguas de llamas estén plegadas hacia dentro
    en el coronado nudo de fuego
    y el fuego y la rosa sean uno.

    T.S. Eliot, Little Gidding, en Poesías reunidas, trad. José María Valverde, Alianza

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