Una afirmación de Marcelino Domingo, que encuentro en su libro Libertad y autoridad (1928), me retiene: "El espíritu dispuesto a recibir al Mesías es el Mesías".
Marcelino Domingo no está hablando de religión, sino de política pero es difícil no dejarse llevar por la interpretación religiosa de estas palabras.
Unas líneas más adelante aclara un poco su pensamiento: "No hay Mesías que redima a los pueblos que no ponen su voluntad en redimirse".
Cierro el libro y me quedo con el paladar inundado por el fuerte sabor de esta idea. El sol entra a raudales por la ventana de mi cuarto este primer día del año. El cielo es de un azul cansado, desgastado, desvaído. Una ligera brisa mueve las copas de las jacarandás de la calle. El aroma del cocido que está hirviendo en la cocina inunda la casa. Marcelino Domingo me ha provocado un ataque de historia.
Desde que la leí vengo dándole vueltas a la frase de "No hay Mesías que redima a los pueblos que no ponen su voluntad en redimirse". Claro que un verdadero Mesías redime personas.
ResponderEliminarEn todo caso uno de los elementos principales para la incomprensión actual del sacrificio de Cristo, por muchos parabienes que se le lancen, es la desaparición de la idea de pecado. Si se sacrifica para redimirnos del pecado y éste no existe, vana es su acción. Así queda todo reducido a la consecuencia indeseada de su enfrentamiento con los poderes establecidos. Hay unos malos, sí, pero nosotros en realidad no lo necesitamos.
"Hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor". ¿De qué viene a salvarnos? ¿De algo que no existe? Por lo visto.