miércoles, 14 de mayo de 2014

Stalin piensa por mi

Ocurrió en los confusos días de la revolución, después de la Primera Guerra Mundial, cuando una tropa de la Guardia Roja, creada en Viena por aquel entonces, entró por la fuerza, capitaneada por Egon Erwin Kisch, en el edificio de la redacción del Nueva Prensa Libre (Neue Freie Presse); ahí, en la escalera, Paul Kisch, el redactor de la sección de economía del Prensa, opuso resistencia a su hermano, miembro de la Guardia Roja:
- ¿Qué haces aquí, Egon?
- Ya lo ves. estamos ocupando vuestra redacción.
- ¿Quiénes… estamos?
- La Guardia Roja.
- Y ¿por qué queréis ocupar precisamente el Prensa?
- Porque es un bastión del capitalismo.
- No seas ridículo y mira a ver cómo sales de ésta.
- Paul, no te das cuenta de lo grave de la situación. En nombre de la Revolución te ordeno que dejes libre la entrada. ¡De lo contrario…!
- Está bien, Egon. Haré sitio a la fuerza bruta. Pero una cosa te digo: hoy mismo escribiré a mamá a Praga.

En esta anécdota, que aparece en la página 36 del libro de Friedrich Torberg La tía Jolesch, o la decadencia de Occidente en anécdotas (Alba, 2014), encuentro una de las mayores defensas que se pueden hacer de la familia y en tanto que tal la traigo aquí. 

Mucho más adelante, en la página 298 del libro, vuelve a aparecer Egon Erwin Kisch, el hermano rojo. Ahora se ha firmado el pacto entre Stalin y Hitler y los amigos de Kisch intentan conocer su opinión sobre el mismo, pero él se niega tozudamente a contestar. Como máximo se limita a decir que ha tomado cuenta de los hechos. 
- Pero, por el amor de Dios… algo tendrás que haber pensado… -le insistió uno de sus amigos.
- Stalin piensa por mí -fue su lacónica respuesta. 

Esta segunda anécdota me ha hecho recordar lo que un ex-espía de la KGB me contestó cuanto yo le interrogaba sobre una operación determinada: "Mi memoria es propiedad del Estado". Aquí, en esta frase, que expresa una convicción sin fisuras, encuentro la definición más redonda del totalitarismo. El totalitarismo es el régimen que puede apoderarse de nuestra memoria. Y si fue posible, si fue posible que campesinos de remotos pueblos andaluces salieran de sus trincheras en la guerra civil lanzándose a pecho descubierto contra el enemigo al grito de "¡Viva Stalin!," era porque se aceptaba no sólo con naturalidad sino incluso con nobleza que Stalin piensa por nosotros.




15 comentarios:

  1. Esos que cuentas que seguían, ciegamente incluso, a Stalin, lo harían porque creían que era un libertador, y querían ser parte de esa liberación, o ser ellos mismos liberados. Lo malo, lo que ya no se explica fácilmente, es que, una vez que se supo lo que era Stalin y qué tipo de paraíso era la URSS bajo su gobierno, siga habiendo quien los defiende.

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  2. Hace años, en los años rojos del cinturón de Barcelona, en una de aquellas huelgas fomentadas por aprendices de estalinistas me atreví a decir a unos papás que lo que contaban no era así, el tema era la falta de algún maestro que estaba por llegar, más o menos. Recuerdo que el padre más carismático me miró muy mal y me aseguró que el capitalismo ya sabia disfrazar la realidad para convencerme, algo así como lo de doctores tiene la iglesia. Suerte que no estábamos en la Rusia estalinista pero no me hizo ninguna gracia, al final consiguieron que se fuese un director muy competente que era un jesuíta secularizado, en fin, habría para contar... hacerse viejecita tiene esos condicionantes.

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    1. Júlia, ¿Por qué nos negaríamos -con razón- a manifestarnos junto a un nazi mientras vemos de lo más normal hacerlo junto a un estalinista?

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  3. Nunca me he sentido cómodo tampoco ir junto a un estalinista o contra quien sea que hace dejación del pensamiento y no practica el razonamiento; enseguida se ve el pelaje, y como me resultan terriblemente aburridos ese tipo de gente que renuncia a sí mismo, a sus propios márgenes de libertad, pues no soporto su compañía. Por cierto cuando leía los que se lanzaban al ataque con el grito de guerra del ¡Viva Stalin! creo que eran la contrarréplica formal a los que gritaban ¡Viva Cristo Rey! u otras lindezas. En esencia, el mismo ritual, la misma necesidad de invocaciones, la misma fe parareligiosa con distintos dioses, obviamente.

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    1. He puesto el ejemplo del campesino andaluz y su "¡Viva Stalin!" la fe de ese grito le llamaba la atención al mismo Ilya Ehrenburg. Cristo Rey era -gustara o no- de casa, mientras que Stalin era un santo nuevo. Pero efectivamente son dos formas de oración y ambas sirven para expresar la fe.

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    2. El gato de Schrödinger11:10 p. m., mayo 14, 2014

      Aunque él me quitare la vida, en él confiaré.
      Job 13:15

      Esta es la cita bíblica que encabeza el cuento de Borges Deutsches Requiem, que recoge las últimas palabras de Otto Dietrich Zur Linde antes de ser fusilado.

      El Hombre de Acero podía estar seguro de que millones de hombres y mujeres de distintas nacionalidades tenían la misma actitud con respecto a él.

      Por cierto, D. Gregorio, es "el KGB", no "la KGB". La K es de Komitet (comité). Tal vez decimos "la KGB" por analogía con la CIA, no lo sé.

      ----
      Cambiando de tercio, tengo aquí un ensayo interesante sobre la crítica -o ataque- de Carl Schmitt al Tratado Teológico-Político de Spinoza que aún no he tenido tiempo de acabar de leer. A lo mejor le interesa. También se menciona a Strauss.

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    4. Me llevo la cita de Job a mi libro indefinido sobre las espías… que un siglo de estos acabaré.
      ¡Claro que me interesa el ensayo, especialmente siendo un diálogo entre teólogos-políticos. Lo que no tengo es tiempo para leerlo… pero lo leeré…La mies es mucha… y las horas del día, sin inmutarse por ello.

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    5. Hay equivalencias al menos matizables. Sin pretender justificar comportamientos y afirmaciones sonrojantes en cualquiera de los dos bandos, no recuerdo demasiados casos de comunistas perdonando a quienes les iban a matar en el nombre de Stalin; es más, no recuerdo ninguno.

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    6. Don Rafael, en esto tiene razón… pero, como usted dice, sin pretende justificar comportamientos.

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  4. El creyente busca la salvación individual y por ello no le detendrán ni las penalidades ni los sufrimientos, los aceptará sin queja alguna, pues el premio a alcanzar las compensa con creces. El militante comunista también es, o era, capaz de soportar innumerables sufrimientos, pero sus creencias a menudo son letales, porque lo que persigue es la salvación del género humano, en su totalidad, y así considerará plenamente justificado que la humanidad sufra un poco, si al final se llega a la sociedad perfecta, donde habrá desaparecido el sufrimiento y la explotación; y no digamos el enemigo de clase, que deberá ser eliminado, sin contemplaciones , culpable en el pasado y en el presente de todo tipo de crímenes, reales o imaginarios, y que nos separa de la utopia, siempre al alcance de la mano.

    La fe ciega en la infalibilidad de Stalin, y luego de Mao, Pol Pot, el camarada Guzmán, etc.. y en el Partido n gran medida, un mecanismo de defensa sin el que no se puede soportar el tremendo coste psicológico y moral que genera la pesadilla revolucionaria.



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    1. Hay un grado de fe que añora el martirio; por encima hay otro que lo busca, y aún hay otro más: el que lo busca no sólo para sí, sino para sí y para todos los que pueda llevar consigo.

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    2. El gato de Schrödinger3:30 p. m., mayo 15, 2014

      Una anécdota personal:

      Hace ya bastantes años, una estudiante alemana me respondió en cierta ocasión, indignada por mi insistencia en equiparar a los bolcheviques con los nazis: "¡no es lo mismo un mundo sin judíos que un mundo sin ricos!".

      La perspectiva de un mundo sin judíos le parecía horrible. En cambio, la perspectiva de un mundo sin ricos le parecía maravillosa. No se me ocurrió preguntarle qué habría que hacer con los judíos ricos, y aún lamento haber perdido la ocasión de conocer su esclarecedora respuesta.

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    3. Si a Stalin se le llega a ir un poco más la mano lo que hubiera dejado habría sido un mundo sin… comunistas. Bajo es estalinismo murieron muchísimos más "camaradas" que capitalistas en la URSS. Por definición, de estos últimos no había. Lo que había era comunistas sospechosamente antiestalinistas, o sospechosamente tibios. Un chiste contra Stalin salía por 6 años en el gulag. Y tener un novio acusado de lo que fuese, significaba ser lo que fuese. No se salvó ni Irene Falcón, la secretaria de la Pasionaria. Su compañero, el checo Gesminder, fue acusado de ser un agente imperialista y ejecutado en 1952. Irene y su hermana Kety fueron expulsadas inmediatamente del trabajo. Es fácil entender lo que significaba estar sin trabajo en la URSS y no tener a nadie que se atreva ayudarte.

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  5. El gato de Schrödinger7:33 p. m., mayo 15, 2014

    Naturalmente, la universitaria alemana no sabía nada de eso. Su olímpica ignorancia era un muro de altura considerable, imposible de escalar sin el equipo apropiado. Por cierto, estudiaba Ciencias Políticas.

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