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lunes, 26 de mayo de 2014

Retazos de una vida

I
Al año siguiente, un 6 de diciembre de 1942, nació Adela Fernández Fernández en la enfermería de la plaza de toros El Toreo, a las cinco de la tarde, acompañada por los ¡olés! dedicados al matador Pepe Ortiz en una de sus últimas corridas.

II

“Mi padre era feliz rodeado de mujeres, mantenía un gineceo, nos hacia ir como velas a todas. En aquella época además de atender a los invitados tenía que preparar a sus novias, las bañaba y las rociaba de Chanel. Las muchachas, como él nos llamaba, era el grupo de mujeres que vivíamos bajo sus órdenes y con la tarea de complacerlo: estaba compuesto por sirvientas, amigas, amantes, esposas y yo.

III

Le costaba despertarse, le costaba dormir, nada le interesaba y yo que llevaba una cuerda en esos momentos que nadie me podía parar... Era muy difícil la convivencia, al poco tiempo nos separamos. Él se metió de hermano lego en un convento, no mucho tiempo después salió y me buscó, me propuso que nos suicidáramos juntos. Como se puede comprobar no acepté, pero él sí lo hizo, me quede viuda. Pese a todo, recuerdo esa relación como muy amorosa, muy dulce”.

IV

“Me vino con fuerza el deseo de ser madre. Admiraba el mundo griego clásico y la cultura judía. Quería tener un hijo judío y otro griego”.

V

Adela conoció de pequeñita el alcohol y el tabaco, la criaron como a los gallos de pelea que El Indio alimentaba a base de carne cruda picada con chile y pulque. A ella también, de vez en cuando, se lo daban. Le seguía gustando, a veces se preparaba carne tártara con chile.




(estaba yo leyendo esto y me ha llamado por teléfono Jorge Bustos, ya ven ustedes, qué cosas).

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