He pensado mucho en la felicidad ideal y creo haber hecho descubrimientos notables sobre ésta.
Evidentemente, consiste, cuando hace calor, en dormitar junto a la charca. Un olor delicioso sale del estiércol que fermenta; las briznas de paja lustrada brillan al sol. Los pavos entornan el ojo amorosamente, y dejan caer sobre el pico su penacho de carne roja. Los pollos ahuecan la paja y hunden su ancho vientre para aspirar el calor que sube. La charca centellea.
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En invierno, la felicidad es estar sentado junto al fuego, en la cocina.
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El que come es feliz; el que digiere es más feliz; el que dormita mientras digiere es aún más feliz. Todo lo demás no es más que vanidad e impaciencia del espíritu.”
Hippolyte Tayne, Vida y opiniones filosóficas de un gato.
espero quien elija un hombre insatisfecho sea por cuestiones complejas y no por sentirse en esas circunstancias incluso superior al gato, porque entonces la exclamación ¡pobre desgraciado! le iría ni que pintado. El gato es feliz.
ResponderEliminarDepende. Si lo que nos hace una u otra vida preferible es tener la panza llena, estar calentito y sin preocupaciones, no cabe duda. Si, como querían los filósofos antiguos, una vida que merezca la pena es una vida haciéndose preguntas, entendiendo cómo funcionan las cosas e intentando vivir lo mejor posible dentro de la sociedad, tampoco cabe duda.
ResponderEliminarYo no me apresuraría a afirmar que los gatos, incluso los gatos domésticos, sean particularmente felices. Más bien parecen llevar una vida aburrida. Eso de la felicidad parece un privilegio particular nuestro, de los humanos.
ResponderEliminarUnamuno lo expresó más o menos así: más vale hombre desgraciado que cerdo satisfecho. Por otra parte, lo que propone Tayne alude solo al decorado. Si a una persona le roe un enorme dolor por dentro, de nada le sirve esa escenografía.
ResponderEliminarLa frase es de John Stuart Mill, criticando en utilitarismo ramplón: "Es mejor ser un Sócrates desgraciado que un cerdo dichoso."
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