Cuando los atenienses sorprendieron y capturaron a un mensajero de su peor enemigo, el invasor Filipo de Macedonia, descubrieron entre los documentos que llevaba encima, una carta que el rey macedonio dirigía a su mujer, Olimpia. No la abrieron. Consideraron que no tenían ningún derecho a andar huroneando en la correspondencia de un hombre y su mujer. Lo cuenta Plutarco en un texto de una actualidad asombrosa, titulado Consejos sobre la política.
Opuscle molt ben traduït a Adesiara (Martorell); però que no arriba a la genialitat de l'A Nicocles d'Isòcrates.
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