Sostenía Joachim Ritter, allá por los años 40 del siglo pasado, que el mundo moderno está fatalmente cayendo en un proceso de objetivación que es necesario aceptar porque no hay otro remedio. La ciencia y la técnica nos entregan a un mundo de objetos y fuerzas mensurables que trae aparejado un desencantamiento del mundo, que es una pérdida. Ahora bien, esta pérdida, añadía Ritter, podría compensarse mediante la sensibilidad estética, que sería una experiencia propia del mundo moderno y que nos permitiría en cierta forma equilibrar la balanza. Sí, me parece que hay algo de esto, que, efectivamente,el arte moderno corre como loco detrás de la técnica intentando ser su contrafigura. Pero, honestamente, creo que si es así, no está a la altura del reto que persigue.
¡Ojalá fuera compensada con la sensibilidad estética! Antes bien pienso que la compensación viene por el lado del delirio religioso, y recuerdo que "delirio", como bien sabe nuestro hortelano anfitrión, es "salirse del surco". Lo peor es la relación consanguínea entre ese delirio y la intolerancia. La sensibilidad estética es una conquista individual que exige una inversión tal en términos de esfuerzo intelectual que bien puede decirse que es una auténtica rara avis entre nuestros contemporáneos, y aun entre nuestros antepasados.
ResponderEliminarComparto tus dudas, Juan. Sin embargo creo que Ritter (un gran pensador, aunque ya no lo lea nadie) plantea bien la cuestión al enfrentar el arte contemporáneo ante su reto más importante.
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