Llegué ante la catedral Alexander Nevski
dejándome guiar por los pasos
de una mujer escapada de un cuadro de Correggio.
En los puestos callejeros se vendían a precios de saldo
medallas al valor de antiguos ejércitos
que iban a domesticar la historia
para servirla en pepitoria a la humanidad hambrienta.
Bustos de Lenin, pitilleras con la hoz y el martillo,
monedas tracias perfectamente falsificadas
y ninoshkas con la imagen de Bin Laden.
El basurero de la historia no tiene piedad de nadie.
En medio del tumulto de los vendedores
fui a dar de bruces contra un oso
que se me echó literalmente encima.
Un oso de verdad, pero al que yo no le interesaba en absoluto,
sino la música que lo guiaba
de un violinista tuerto sentado en la acera.
Y perdí el rastro de la mujer de Correggio
y volví al Hotel por la calle Graf Ignatiev.
Junto a las oficinas de Alitalia,
hice una foto a una pintada
en la que se leía “Sputiamo su Hegel.”
Creo que en Sofía hacía aquel día
un frío como el de hoy en Ocata.
¿No sobre una tilde en la penúltima línea?
ResponderEliminarDon Jaime: Tenía usted razón. Gracias.
ResponderEliminar¡Vaya vaya Gregorio!
ResponderEliminarMe ha sorprendido.
Don Javier: Me permito tomarme sus palabras como un elogio. Gracias.
ResponderEliminarPor si le interesa:
ResponderEliminarhttp://www.letraslibres.com/index.php?art=14289&rev=2