Placeres grandes son aquellos que más disfrutas. Por ejemplo, a mi edad, el de levantarme descansado y con la cabeza despejada, para comenzar el día con espíritu inaugural. Es este un placer nuevo que se presenta cuando él quiere y por el que hace algunos años no hubiera dado ni un céntimo (de peseta) y ahora me parece un lujo.
Uno asiste un poco desconcertado a la reorganización de sus posibilidades de hedonismo y sabe que hay que atrapar al vuelo cualquier nuevo gozo que te ofrezca la vida y este de levantarse más liviano no es pequeño.
Levantarse bien dormido, ducharse, ponerse ropa limpia y salir a la calle con un libro en el bolsillo a respirar el primer aire del día y a desayunar un buen café con leche. ¡Ahí es nada!
Si señor. Totalmente de acuerdo. Después de toda una vida con el petardo en el culo, y viviendo en la ciudad, ahora, en un pueblecito tranquilo, ese café de la mañana en un bar frente a la estación, sin prisa, y con el libro (electrónico) se me antoja que pueda ser la antesala del paraíso de los creyentes.
ResponderEliminarComenzar el día "con espíritu inaugural" me parece un bonito hallazgo, D. Gregorio. Basta una cierta experiencia de la vida (no escasa, ay) para compartir o al menos entender perfectamente lo que se nos dice aquí.
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