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sábado, 23 de noviembre de 2019

Santiago de Compostela

Vuelvo de Santiago con las alforjas llenas. 


Ha merecido la pena el viaje. Ha merecido la pena incluso la lluvia... claro que yo sólo ha conocido dos días seguidos de lluvia, mientras que las buenas gentes santiaguesas llevan más de un mes a remojo, sometidas al pertinaz chaparrón cotidiano. Ha merecido la pena el reencuentro con esas piedras que tanta historia callan, con ese cielo rebozado de capas de nubes a través de las cuales, sin embargo, de vez en cuando se abre paso un frágil rayo de sol como una bendición efímera. Ha merecido la pena volver a escarabajear entre las estanterías de las librerías de viejo... En la librería Cuceiro siempre encuentro alguna joya que me permite reafirmarme en la tesis de que el alma de una ciudad se encuentra más presente en sus librerías de viejo que en sus calles. Claro que esto es preocupante, dado que las librerías de viejo están desapareciendo, sustituidas por triviales librerías de segunda mano.

Ha merecido la pena llevar de compañero a Ángel Amor Ruibal. Puse, bien erguido, el tomo I de Los problemas fundamentales de la filosofía y del dogma sobre la mesa, para formar los dos un dúo, aunque él hablara con su silencio, como las piedras de Santiago. Esto de la lectura y, en general, esto del lenguaje, tiene sentido en la medida en que nos permite empalabrar el mundo y escabullirnos así del anónimo vacío de sentido y de su oscuridad. Amor es grande porque su esfuerzo por enseñarle a hablar al mundo es heroico. Es un auténtico aventurero del espíritu.

Ha merecido la pena, muy especialmente, el reencuentro con otro Ángel, dulce compañía, y que gracias a su amparo, se haya incrementado el pequeño círculo de mis amistades compostelanas.


Ha merecido la pena el pan y el vino, un par de invitaciones nuevas, caminar bajo la lluvia empapándome de esa humedad sensual, que tiene casi cuerpo; el paseo de esta mañana hasta Santa Susana... y -¡claro!- la visita al Maestro Mateo. Tras pasar un rato a su lado, ayer por la tarde, me dije a mí mismo que ya no me fijaría en ninguna piedra más mientras estuviera en Santiago. Quien visite el Pórtico de la Gloria y no quiera crecer, es que -lo sepa o no- está empeñado en menguar.

2 comentarios:

  1. Querido Gregorio:

    Recibe todo mi agradecimiento por los dones de tu amistad y conversacion.

    Ellos hacen que el hombre sí este por encima de su obra.

    Un fuerte abrazo

    Ignacio

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    Respuestas
    1. Querido Ignacio: espero que lo que ha tenido inicio en Santiago, tenga un largo recorrido. Un fuerte brazo.

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