lunes, 11 de noviembre de 2019

La aurora no decepciona nunca

La aurora no decepciona nunca, a pesar del eterno retorno de lo mismo sobre las perplejidades humanas. Cada amanecer es el mismo y cada uno recoge a Demócrito riéndose de las miserias del mundo y a Heráclito llorando ante estas mismas miserias.

El país está hoy más fragmentado que ayer y un poquito más cerca de los Balcanes.

Cambó, que estuvo muy influido por Barrès (como lo estuvo Azaña, por otra parte) insistía en que España necesitaba un ideal colectivo. Él se creía dispuesto a dárselo porque sabía que la política es hacer creer. No veo en el horizonte inmediato ningún político tentado por esta noble ambición.

Le comento a un amigo:
- Esta podría ser la hora de Valls.
- No le veo espacio político -me contesta.
- ¿Y si Sánchez supiera aprovecharlo?
- Sánchez lo detesta, esta alternativa es imposible. 

Una parte importante de lo que nos pasa se explica por causas estrictamente psicológicas: los vetos que tienen cruzados entre sí diferentes líderes políticos. ¿Seguiremos siendo rehenes de sus fobias? Quiera Dios que no. Esta es la hora de la generosidad dentro de España y de firmeza en la Unión Europea, porque en España tiene un virus.

Decía Leo Strauss que está más cerca de la sana filosofía la risa de Demócrito que las lágrimas de Heráclito. 

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