El espectáculo de los que se apresuran a ver quién vomita más lejos contra el PP en las llamadas redes sociales es bastante interesante por lo que tiene de radiografía de una izquierda heterogénea que sólo parece ser capaz de ponerse de acuerdo en sus críticas, pero no en sus propuestas y, desde luego, no en el mantenimiento de la fidelidad a sus propuestas. Me da la sensación de que las redes sociales se han convertido en el escaparate de una moral de perdedores.
Muy cierto, la salud de la derecha se explica a causa de las debilidades y errores de una izquierda dividida y sin 'plan', diciendo tonterías diversas sobre los malos y no haciendo nada positivo y posible seguiremos igual o peor.
ResponderEliminarTouché.
ResponderEliminarLa izquierda nunca ha reconocido sus errores y sus derrotas...Lo que ocurrer ahora mismo - abusos banca, corrupcion generalizada, contaminacion, abusos farmaceuticas, control a traves de las telecomunicaciones etc - plantea el panorama mas favorable a la izquierda ena años, aun asi, parece no saber no contestar...Personalmente creo que la izquierda murio en los ochenta, des de entonces quedan ciertas formas, como casa vacias que de fuera siguen pareciendo casas però por dentro no vive nadie...Aun así, si no hay izquierda, ni altternativas, la democarcia se reduce a dirimir quien manda sin para que manda...
ResponderEliminarA redes revueltas (o revueltas en las redes, tanto monta...), ganancias de demagogos. Fue una lástima que Rubalcaba no se presentara a las elecciones pidiendo perdón por los desaguisados cometidos, porque solo así, quizás, hubiera tenido credibilidad su denuncia del "plan oculto" del PP. Aquello fue un fallo estratégico y el final de un modelo caduco: ¡Que viene el lobo". Lobos todos lo son.
ResponderEliminarQuizás sea el último refugio, por aquello del derecho a la pataleta. Desconozco qué hubiera pasado si hubiera ganado otra vez el partido socialista, si estaríamos en las mismas o peor, pero lo que si es cierto, es que llegar al gobierno con un programa falso, es legitimar el engaño. O damos legitimidad a las tesis de Polo
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