lunes, 2 de diciembre de 2013

Donde se disputa es fuerza que haya valedores de todas las opiniones


Habiendo llegado Diego de Saavedra Fajardo (1584-1648) a la República literaria, descubrió que "a un lado de la plaza estaban retirados Critias, tirano de Atenas; Epicuro, Diágoras y Teodoro, los cuales, con gran recato de no ser oídos, discurrían entre sí con voz baja y tales demostraciones de temor, que esto mismo encendió en mí mayor deseo de saber lo que trataban; y, arrimándome a ellos, oí que Critias, con libres y sacrílegos labios, decía que habían sido muy ingeniosos y políticos los primeros legisladores del mundo, pues reconociendo que no bastaba el rigor de las leyes a corregir los vicios de los hombres, porque no tenían imperio sobre los ánimos ni podían refrenallos con el temor para que no maquinasen internamente ni obrasen cuando no hubiese testigos de sus acciones, inventaron que había Dios, a quien los más íntimos pensamientos estaban patentes, el cual, después desta vida, tenía premios eternos para las virtudes y penas para los vicios. Aprobaban los demás esta traza (…); y Epicuro con mayor fuerza la daba por cierta, como quien quería gozar de sus delicias temporales sin los temors internos del ánimo; pero juzgaba por conveniente conservar este engaño en el vulgo, porque sin él no habría seguridad en las haciendas ni en la vida. (…) Impaciente pregunté a Marco Varrón por qué se permitía en aquella República una gente tan ignorante y sin religión (…). ‘Donde se disputa (me respondió) es fuerza que haya valedores de todas las opiniones, por extravagantes que sean’.

Diego de Saavedra Fajardo, República literaria

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