Sigo pendiente de la imagen del Evangelio de San Juan de la que hablaba en el apunte anterior. He repasado diferentes representaciones artísticas de la misma y descubro, sin demasiada sorpresa, lo reticentes que son los artistas a la hora de organizar la escena. Actuando como los gramáticos, preservan el centro para Jesús. Así, lo que para el evangelista está claro, que el centro de lo que ocurre está definido por la mujer adúltera, para los artistas, no. Pero la fidelidad al evangelio exigiría que todas las miradas se concentraran en la mujer, no en Jesús.
El juego de las miradas desplegado en este texto es complejo porque muestra que hay diferentes formas de contemplar el centro: desde arriba, como hacen los gramáticos, o desde abajo, como hace Jesús. Desde arriba la mujer es observada desde el pedestal de la ley; desde abajo, Jesús la observa desde el dibujo efímero que ha trazado sobre el suelo. Desde arriba, la condenan; desde abajo, no.
La voluntaria excentricidad de un Dios que mira a la mujer pecadora desde abajo me parece sobrecogedora y, al mismo tiempo, radicalmente antipolítica. La teología política está de parte de los gramáticos. En en lado de Jesús hay otra cosa. Los primeros escritores cristianos cuando trataban del papel de Jesús en el mundo hablaban de economía.
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