Llegué a la Estación de Francia una mañana de finales de junio de hace mucho, mucho tiempo. Tanto, que yo entonces pesada 74 kilos. Dejé la mochila en la consigna y me fui, tanteando entre desconocidos, hasta la Plaza de Castilla, donde estaba la redacción de Por Favor. Lo primero es lo primero, y lo primero es siempre lo que sale de la boca de Dios. Mi vida barcelonesa tenía que comenzar con el introito de una visita a mi héroe, Manolo Vázquez Montalbán. Yo aprendí marxismo en sus Cuestiones marxistas, poesía en sus Coplas a la muerte de mi tía Manuela, antifranquismo en la Capilla Sixtina de Triunfo y nacionalismo melancólico en su Crónica sentimental de España. Llamé a la puerta -no os podéis imaginar con qué emoción- y para mi sorpresa, se produjo la epifanía: me abrió Él. Se me ocurrió decirle que era colaborador de una revista titulada La coz y el martillo y que quería hacerle una entrevista. Y Él me dijo, "Bueno, pasa, pasa". Y me hizo pasar a una habitación donde estaba ni más ni menos que El Perich. Y así llegué a Barcelona o al cielo.
Pero al dejar la redacción de Por favor algo se había roto en mí. Vázquez Montalbán puso en mi una imagen que acabaría haciéndome perder la fe. De manera muy amable y, comprensiblemente, ligeramente condescendiente, me aseguró que el objetivo revolucionario del presente era hacer confluir todas las frustraciones individuales en una inmensa frustración colectiva.
Mucho, mucho más tarde, de hecho poco antes de su muerte, volví a encontrarme con Vázquez Montalbán en Teià, en una cena con un grupo reducido de personas. Acabé con la sensación de que se había quedado sin convicciones, pero que no podía dejar de ser quien representaba que era para no defraudar a todos los que creían que él era quien decía ser.
He pensado con frecuencia en la imagen de los frustrados del mundo caminando juntos hacia el mañana de la revolución. Siempre la encuentro terrible, porque sugiere que el mejor régimen político es precisamente el que se muestra al final de la terapia. O, si se quiere, que el mejor régimen político es el que ha sustituido a políticos por terapeutas.
No sé si me explico...
Demasiado, Don Gregorio, demasiado...
ResponderEliminarTransparente.
ResponderEliminarEs genial Don Gregorio. ¡ Qué relato! ¡Que bien escribe ud¡ No es Ironia, es envidia sana, si es que pudiera ser sana la envidia. Estoy de acuerdo con Ud. El desbarajuste es tal, que uno no sabe si acudir a la protesta, o al terapeuta. Bueno como nos han dejado sin blanca y el terapeuta tambien tiene la mala costumbre de comer para poder vivir y no nos lo podemos permitir iremos a la protesta.
ResponderEliminar"Acabé con la sensación de que se había quedado sin convicciones, pero que no podía dejar de ser quien representaba que era para no defraudar a todos los que creían que él era quien decía ser."
ResponderEliminarGenial descripción de lo que hipotéticamente fuera ya el hombre por entonces. Aunque, si lo pienso mejor, dudo que las convicciones le hubieran abandonado; lo de genio y figura, en estos especímenes hiperideologizados, es pura verdad.
Por cierto, acabo de descubrir, después de leer un articulito de Luis Racionero en LV de hoy (lo siento, no puede enlazarse, lo he leído en papel), que los efectos del LSD son de larguísima duración (como de 50 años por lo menos).
Saludos
A mi también me dio esa impresión en alguna ocasión, en los últimos años. Lo recuerdo por televisión, respondiendo a un periodista joven algo asi como que cuando ya se vive en un piso de doscientos metros cuadrados no se puede decir según qué. La verdad es que hay muchos como él, que siguen siendo lo que representaban para no defraudar, lo malo es que a veces defraudan mucho más cuando se descubre la representación.
ResponderEliminarTe explicas, vaya que si te explicas!!!
ResponderEliminarSaludos cordiales,
JPLT
Soy amiga de una invitada a sus fiestas, chics y burguesas, en su casa de Collcerola. Vivían como burgueses, con mucho dinero. Se dirá, bueno pero las ideas... A mí, no me convence: ¿Cómo se puede beber champán francés en casa y luego a ir a los obreros con no sé qué discurso?
ResponderEliminarEs una falta de honestidad consigo mismo que ya explica muchas cosas.
Teresa, lo del LSD explica también muchísimas cosas. Habrá que esperar a que se pase el efecto.
Julia, creo que a quien no quieren defraudar es a sí mismos. Debe ser bonito ser líder de algo.
Convicto de no tener convicciones, pues.
ResponderEliminarA mí Vázquez Montalbán siempre me pareció un escritor mediocre y un stajanovista de la cultura, pero es una apreciación ultrasubjetiva que obedece a criterios estéticos en las antípodas de los suyos. Por otro lado, su concepción política de la "conjura mundial del capitalismo", una suerte de versión marxista de "Los protocolos de los Sabios de Sión", libro que tanto influyo en el otro extremo, el nazismo, siempre me pareció muy por debajo de lo que dio en otros registros, como el de la crónica sentimental, aunque su capacidad para caer en los tópicos y en los estereotipos "literarios" siempre me decepcionaba. Había en sus juicios un exceso de verdad secuestrada que me producía claustrofobia. Para una caña azotada por el viento, como yo era, Montalbán era un macizo monte de piedra inamovible, rígido, omnipotente, es decir, un perfecto simulacro de cartón piedra.
Esta cuestión siempre me recordó a ese pasaje bíblico que dice que "es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el Reino de los cielos" (Mat 19,24) con las salvedades a la traducción de San Jerónimo.
ResponderEliminarLa imposibilidad de que, una vez acomodado, tengas la dignidad moral de acometer los proyectos vitales utópicos es algo que está en la base del posmodernismo.
No hay metas y aunque las haya, parecen demasiado lejanas. Vivimos de forma contradictoria y eso nos provoca una desazón imposible de explicar pero que se calma muy bien con algún placer: la terapia.
¿Cuál será la terapia para esta desazón/indignación?
Por si interesa, Manent sobre liberalismo, crisis y repolitización.
ResponderEliminarhttp://www.firstprinciplesjournal.com/articles.aspx?article=1478
Claudio: Manent siempre me interesa. Gracias.
ResponderEliminarUna vez más, la cosa esa de "yo sólo vivo por y para los pobres,me niego a mí mismo por el bien de la humanidad", y "si soy rico, no soy puro". Por ello, insisto:El núcleo duro "moral" de la izquierda es el Evangelio y siempre lo ha sido.O más bien la lectura "ebionita" del Evangelio que tanta agitación produjo en la Edad Media, hasta llegar a los "diggers" o "levellers" ingleses que, claro, en un entorno protestante duraron lo que un pirulí a la puerta de un colegio (dos años)
ResponderEliminarEfectivamente, don Gregorio, estaba usted muy delgado. A mí ha sido lo que más me ha impresionado. No hay terapia para ello. Con los años se gana peso y criterio. También problemas en las rodillas.
ResponderEliminar"Those who make peaceful revolution impossible will make violent revolution inevitable." JFK
ResponderEliminarEl Montalbán de las crónicas políticas de Interviu era muy pesado.
ResponderEliminarEn cuanto a los indignados,precisamente la indignación ÉS EN BUEN A PARTE POR LOS MONTALBANES DE LA POLÍTICA. Personalmente se lo dije a VM: "..comunistas que almuerzan almejas con champan, como Picasso..."