Dejando de lado que hace décadas que no he visto un crucifijo en un aula de un centro público de enseñanza de Cataluña y prefiriendo, si hay que elegir, el infanticidio logsiano al parricidio en cualquiera de sus especies, pues eso, que me ha hecho gracia. Es obvio que la ignorancia de nuestros alumnos, tanto escolares como universitarios, del simbolismo cristiano añadida a su desprecio por la lengua los está haciendo cada vez más extranjeros en su propia cultura.
Gracias, Maty
Crucifijos, ni siquiera en muchos concertados, don Gregorio, incluso las casi inexistentes monjas de la escuela religiosa de mi barrio intentan que no se note la cosa. Algún reducto queda por ahí pero pasa como con el tema taurino, no se nota hasta que lo remueven.
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