miércoles, 9 de diciembre de 2009

Tras leer la prensa del día

Miramos a los musulmanes radicales (escribo este adjetivo sin estar seguro que haya otras formas de ser un buen musulmán) boquiabiertos, sin comprender su contumaz empeño de mantenerse aferrados a certezas metafísicas en estos tiempos nuestros deconstructivistas. Nos resulta paradójico que vivan tan decididamente en la edad media y que en pleno triunfo occidental de la sociedad terapéutica ellos sigan bailando las danzas de la muerte. Por eso suponemos, con una buena fe paternalista que nos delata, que sus convicciones tienen fecha de caducidad, que son cosa de unas pocas décadas, y que a nada que les demos tiempo, acabarán desembarcando en la postmodernidad, leyendo al Lyotard de turno, yendo de turismo a La Meca, comiendo hamburguesas vegetales y bebiendo cervezas artesanales de baja graduación. Somos incapaces de aceptar que la Edad Media es uno de los futuros que siempre acechan a cualquier cultura. También a Europa. De hecho es posible trazar unas cuantas analogías entre nuestro tiempo postmoderno y el del gnosticismo tardoimperial: la denodada búsqueda de refugio en un yo inaccesible, la sustitución de la fe por el ritual, el desprecio de lo propio y la reivindicación de todo esoterismo foráneo, la crisis de las instituciones tradicionales de copertenencia, etc.
Europa ha dejado de creer que se encuentre en el lado de los buenos. Y por eso cabalga en el caballo del malo.

9 comentarios:

  1. Si me permite... No estoy seguro de que no haya otras formas de ser un buen musulmán, aparte de ser radical. Dudo también que se encuentren en la Edad Media. Como mínimo, Al Qaeda tiene una estructura de multinacional, sin centro claro. Dejando de lado la tecnología, y el grado de inseguridad (de falta de fe) que denota toda exacerbación de lo propio contra lo otro, toda violencia, por muy metafísica que sea. No creo que sea cuestión de darles tiempo, aunque si mi hijo se hallara enfermo, confiaría antes su vida a la medicina que a los rezos, o a la esperanza de un paraíso lleno de odaliscas. No creo que la época europea se reduzca al turismo y la gastronomía exótica. Sí que creo que la Edad Media acecha siempre a Europa, más que nada porque es una época estrictamente europea. No veo ningún problema en despreciar lo propio cuando lo propio es despreciable. Sí que lo veo en la confrontación entre los buenos y los malos. Dejé de creer en eso cuando vi por segunda vez, de mayor, los films de John Ford. Aún menos confío en que creerme bueno me haga bueno. Y mucho menos aún creo que consiga eso definiendo a los otros como malos. Sobre todo después de mil años intentándolo.
    Un abrazo,
    p.c.

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  2. Plas , plas , conciso y certero en definir a estos
    nuevos" Barbaros " y por la parte que nos toca de "la mea culpa" de nuestro mundo tan disperso que se "desnaturaliza" en lo esencial

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  3. Muy bueno Gregorio. El término radical, tiene grandes matices, que usted ya ha definido.

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  4. Lo de buenos y malos es otra forma de decir que la permanencia en el planteamiento crítico sólo puede ser temporal En la vida hay que definirse.

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  5. A propósito, Anne Applebaum hace un buen comentario-resumen del libro 'Reflections on the Revolution in Europe' de Cristopher Caldwell aquí:

    http://www.anneapplebaum.com/2009/11/10/portents/

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  6. Qué interesante, Caldwell. Hay una posibilidad que no sé si contempla: Dado que la expiación europea ha ido acompañada de un bienestar económico sin igual, para una mayoría puede ser sólo una cómoda epidermis. Dentro, o no hay nada - la anomía que tantas señales ya va dando, y que es pura descomposición-, o hay un monstruo dormido -o durmiendo-, dispuesto a entrar en tromba en la Historia, sin distinciones, sin matices, y con un odio atroz.
    Y, aunque tengo para mí que, al fin y al cabo, somos los buenos, miedo me da también nuestra reacción.

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  7. Lola, Claudio y demás amigos:
    1. Sí Caldwell da que pensar. Y eso es muchísimo más de lo que da la mayoría.
    2. ¿Somos los buenos? Sí. ¿Con matices? Si. ¿Entonces? Pues que somos los mejores.
    3. La peor manera de sentirse del lado de los buenos es la de estar todo el día pidiendo perdón por ser europeo. Cada día soporto peor esa moralidad vergonzante, que incapaz de postular nada positivo en la acción, intenta encontrar el confort de la conciencia en la náusea. La indignación moral se presenta con frecuencia como la moral del confuso moral que encuentra en su confusión un elemento paradójico de afirmación moral de sus convicciones.
    4. Claro que hay que despreciar lo propio despreciable... siempre y cuando no lo consideremos despreciable por ser propio.
    5. Lola: ¡No sabes hasta qué punto ese temor que apuntas es el mío! Cada vez que una religión muere aparecen nuevos profetas. Y en Europa a veces da la sensación de que estamos a la espera de un nuevo profeta delante del cual volvamos a considerar noble doblar la rodilla.

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  8. Mmmm... Envidio esta forma de escribir, concisa y por ello más poderosa. Muchos símbolos actuales llamativos que se repiten... y una idea de civilización instalada en la complacencia y, por tanto, sujeta al vaivén de los movimientos de quienes no lo están.
    Así entiendo lo de los "buenos y malos" del artículo: se trata de saber dónde se quiere / se debe estar, y como no sé si sabemos, porque ya no creemos que sí... estamos en el caballo de los malos. ¡Qué bien expresado!
    Eso no implica que "estar del lado de los buenos" equivalga a "ser bueno" ¿eh?
    Lo de la alternativa epidérmica a la complacencia (no sabría decir si eso es más o menos preocupante)... habla de ese "buenos / malos" moral ¿no? Ahí hablamos del ser humano, cuyas pasiones excitadas estallan igual en todas las culturas, con la única diferencia del umbral de excitación... más alto cuanto más dependiente se es de lo que se pierde con ello.
    Interesante reflexión.

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