A veces Bacallà Salat, mi gata (lo de "mi" es una licencia lingüística), se sube a esta mesa y se queda mirándome fíjamente, como ahora, con una mirada profunda y fría, de esfinge, que me obliga a dejar lo que tengo entre manos y a estar pendiente de su inmovilidad, como si de un momento a otro fuera a entablar una larga conversación conmigo.
Aunque no hay manera de descifrar el mensaje encriptado en los ojos de esta anarquista platónica y monológica, cuando me mira así me resulta imposible reprimir la sospecha de que me observa con una cierta decepción. Me imagino entonces que su mirada es más piadosa que altiva, como si ella supiese algo de trascendental importancia que yo ignoro y, por misericordia, me oculta.
Es evidente que cuando quiere algo concreto, como comer, una caricia o el calor de mi regazo para desplegar el nirvana de su ronroneo, sabe muy bien cómo hacérmelo entender. No es capacidad comunicativa lo que le falta.
En el arcano hieratismo de esa mirada líquida en la que me atrapa intuyo la caridad de un silencio. Si me oculta lo que sabe es por piedad, por no desmoronar alguna de mis convicciones como un castillo de naipes.
Un texto magnífico. Me ha recordado a cierto fragmento del libro "Prosas apátridas", del escritor peruano Julio Ramón Ribeyro. Fragmento que transcribo aquí por si no lo conoces:
ResponderEliminar"A veces tengo la impresión de que mi gato quiere comunicarme un mensaje. La obstinación con que me observa, me sigue, se me acerca, se frota contra mí, me maúlla, va más allá que el simple testimonio de sumisión de un animal doméstico. Advierto en su mirada inteligencia, prisa, ansiedad. Pero nada podré recibir de él, aparte de estas señas enigmáticas. Entre él y yo no hay siglos, sino centenares de siglos de evolución y somos tan diferentes como una piedra de una manzana. Él, a pesar de vivir en nuestra época, sigue derivando en el mundo arcaico del instinto y nadie podrá comprenderlo sino los de su especie. Tendrán que transcurrir aún centenares de siglos para que la distancia que nos separa tal vez se acorte y pueda al fin entender lo que me dice, lo que seguramente no pase de ser un lugar común: hay una mosca, hace calor, acaríciame. Como cualquier ser humano, en suma."
GRacias Herman. NO conocía a Ribeyro y, sin embargo, ciertamente, me siento muy próximo a él.
ResponderEliminarSon fascinantes. Al gran Lorenz no le gustaban, decía que no hay manera de que aprendan nada. Yo creo que es porque ya lo saben todo. "El nirvana de su ronroneo..."
ResponderEliminar¿Una gata straussiana?
ResponderEliminarMe parece que era Ceronetti quien decía que había aprendido más de los gatos de Roma que de cualquier filósofo.
Por cierto, acerca de lo hablado hace unos días, le dejo esto de muestra.
http://www.youtube.com/watch?v=NDPk5xKx3Yg
¡Será %=*+$&#!
Lola: Estamos engatusados.
ResponderEliminarClaudio: El "lesendes lernen" straussiano, sí... aprender leyendo de los gestos de los gatos... y, claro, lo que tú sugieres, también.
ResponderEliminarO como cantaba Baudelaire: "adquieren , mientras sueñan, las nobles actitudes de esfinges que se alargan allá en sus soledades, que en un sueño sin fin parece que durmieran; mágicas chispas llenan sus costados fecundos, y partículas de oro, como una arena fina, en sus pupilas místicas vagamente fulguran". De verdad tiene una gata que se llama Bacallà salat?
ResponderEliminarQuim: Así es.
ResponderEliminarEsa magia, Gregorio, es muy frágil. Responder a la mirada de mi gata le obliga a retirarse, a bajar la cabeza. Quizá ella también busca respuestas que ni mi voz ni mis ojos pueden ofrecerle.
ResponderEliminarArtículo sobre productividad en educación con numerosos enlaces.
ResponderEliminarhttp://stumblingandmumbling.typepad.com/stumbling_and_mumbling/2009/12/falling-schools-productivity.html
Aquí ronronea en las noches un gato desconocido (¿o gata?). Le temo. Aveces toca a mi ventana. Sobretodo cuando quiere hacerme saber que mi miedo tiene fundamento.
ResponderEliminarEn el arcano hieratismo de esa mirada líquida en la que me atrapa intuyo la caridad de un silencio.
ResponderEliminar¡Ah, Luri!: los adjetivos... Y lo bien que quedan si son precisos.
Inmenso .~)
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