Los hechos tuvieron lugar el 19 de octubre de 1917. Son completamente desconocidos a esta orilla del Atlántico y no muy recordados en la orilla americana, pero por su relevancia merecerían que cada 19 de octubre celebrásemos el Día Internacional de la Vergüenza Pedagógica. Más aún: propongo que levantemos un monumento en cada pueblo a los estudiantes Frank Stern y Jennie Baumgartner, detenidos ese día en las calles de Nueva York por provocar desórdenes públicos pidiendo que se elevara el nivel de exigencia de sus escuelas. Frank y Jennie, que al ser detenidos invocaron la libertad de expresión, tenían 9 años de edad. Repito: NUEVE años de edad.
Fueron detenidos también otros muchos niños y niñas, pero ninguno de ellos superaba los quince años.
La crónica del New York Times del 20 de octubre añade que varias manifestaciones, que reunieron a varios miles de niños, tuvieron lugar en Brooklyn y Bronx. Varias escuelas fueron apedreadas y las ruedas de los coches de la policía, pinchadas. El grito de guerra de los manifestantes era "We won't back until the Gary system is taken out". Es decir, "no volveremos a clase hasta que no se retire el sistema Gary." Efectivamente, se mantuvieron activos durante diez días, hasta que, finalmente, consiguieron su propósito.
¿Y en qué consistía este sistema Gary que fue capaz de soliviantar de esta manera los ánimos infantiles? Pues en una reforma reforma escolar (supuestamente) progresista inspirada en la pedagogía de Dewey que fue impuesta por el gobierno demócrata de Nueva York a pesar de la desconfianza creciente de las familias.
Las primeras escuelas Gary se abrieron en Nueva York en marzo de 1915 y desde el primer momento contaron con el aplauso de la prensa de izquierdas y con la reticencia de las familias. Su pretensión era conseguir que la escuela fuese "la vida misma", un lugar donde los niños aprendiesen "a jugar y prepararse para oficios tanto como a estudiar abstracciones."
Cuando las autoridades municipales cerraron las escuelas Gary, reconocieron que, efectivamente, se trataba de un proyecto de educar a los niños en "la doctrina de la satisfacción" más que en la del esfuerzo. Pero los emigrantes, y especialmente los emigrantes judíos procedentes de Alemania que formaron el grueso de la protesta, no esperaban de la escuela satisfacción, sino exigencia. Habían venido a América a prosperar, a salir de su condición, no a perpetuarse en ella. Sabían que ese cambio demandaba a cambio un esfuerzo considerable a sus hijos. Y estaban dispuestos a pagarlo. Por eso no entendían a cuento de qué el proyecto Gary introducía tanto activismo que, a su parecer, era completamente irrelevante, y practicaba un "culto a lo fácil" que sólo podía tener como consecuencia impedirles aspirar a ser algo más de lo que ya eran: mano de obra barata. Ellos habían llegado a los Estados Unidos aspirando al ideal de una escuela elitista para todos y se encontraban con que el esfuerzo intelectual era sustituido por actividades interesantes.
Curiosamente en 1917 las mismas autoridades que fomentaban las escuelas Gary como una medida progresista, tenían en su poder un informe que alertaba de que eran un "completo fracaso". Ofrecían "programas insustanciales y una atmósfera general que habituaba a los estudiantes a un menor rendimiento". El informe estaba firmado por Abraham Flexner y constituía un ataque frontal a las doctrinas pedagógicas de John Dewey.
Por cierto, las revueltas le costaron la reelección al alcalde de Nueva York.
NOTA (seis horas después): Dice mi mujer (que es una crítica despiadada de estos apuntes) que parezco, por este texto, un defensor del viejo programa pedagógico de "la letra con sangre entra". No es esa mi intención. Me milito a proponer un lamento sociológico: lo que ha faltado en todas nuestras reformas y contrarreformas educativas no ha sido la buena voluntad de los gobernantes, sino la sensatez de los padres.
Como suele decirse, el Emilio (o De la educación) de
ResponderEliminarRosseau ha tenido consecuencias nefastas.
- Un saludo -
Don Gregorio, ¿conoce usted el libro de la doctora Anna Sans Fito,titulado ¿porque me cuesta tanto aprender?. En caso afirmativo ¿que opinión le merece?
ResponderEliminarMaty: Sobre todo cuando las ideas de Rousseau han sido promovidas por quienes no se han leído el Emilio,que es un libro extraordinariamente severo.
ResponderEliminarRuben: Me parece, básicamente, un refrito de las tesis que John Holt defendió en "How children fail".
ResponderEliminar¿Buena voluntad en los gobernantes? la buena voluntad aparece en algún "personaje" oscuro de Kant (en la Fundamentación)... Parece un sísifo sin nombre o algo así: le va pésimamente en la vida y tira hacia adelante... Pero, ¿en los gobernantes? ¿En los que cuidan nuestro bien?
ResponderEliminarMLL: Ya ve usted... yo creo que están sobresaturados de buena voluntad... lo cual, obviamente, no quiere decir nada sobre su sentido de la prudencia (la sabiduría política la considero inalcanzable).
ResponderEliminarNo quiero parecer obvio, pero de buenas intenciones está empedrado el camino jhacia el infierno.
ResponderEliminarSu texto me ha parecido excelente, D. Gregorio, y creo que es importante su adhenda al advertir sobre la confusión existente entre el repudio de la ganga educativa al uso y la defensa de los métodos educativos de la mazmorra; creo que es importante distinguir ambas cosdas, porque, cada vez que defiendo que una educación que merezca la pena ha de sostenerse sobre la exigencia, no hacen más que llamarme facha. Y estoy harto de ser tan facha.
Querido Borja: Estamos asistiendo a tiempos interesantes. En pocos años la escuela tendrá que justificar su necesidad ante lo que los norteamericanos llaman el "homeschooling" y que aquí podemos traducir como "educación en casa".
ResponderEliminarHabrá que ver si está preparada para justificarse en la práctica a sí misma.
Dicho de otra manera: Si las creencias religiosas, estéticas y políticas, así como las prácticas sexuales y culturales se consideran asuntos privados, por qué la educación de mis hijos ha de ser un asunto público.
Pues bien, o la escuela asegura su posición con firmeza o le espera un futuro complicado. En estos momentos los alumnos que se educan a casa en los Estados Unidos obtienen mejores resultados académicos sin perder por ello su capacidad socializadora.
Piense usted que en ese país los más fervientes partidarios del homeschooling hoy fueron fervientes educadores reformistas ayer.
Reconozco mi culpa: no he leído el Emilio, pero creía que sabía de qué iba: buenismo.
ResponderEliminarPero una cosa es creer y otra saber.
D. Gregorio: hoy recuerdo muchas cosas que aprendí en la escuela y me doy cuenta del tiempo que me ha costado desaprenderlas. Cada vez que pienso en dejar a mis (futuros) hijos en manos del Estado me recorre un escalofrío.
ResponderEliminarAfectuosos recuerdos estivales
Yo soy más de la opinión que en todo caso tenemos encima las consecuencias de un Emilio mal leído. Eso de confundir "libertad" con "laissez-faire pedagógico", entre otros.
ResponderEliminarMis compañeros de Filosofía echan la culpa a Rousseau de la actual situación de la educación. Las discusiones siempre terminan igual: yo diciéndoles que se lean el libro.
Pasan de hacerlo, efectivamente. La pedagogía no parece tener mucho interés filosófico, ni entre profesores ni entre alumnos (que toman el ejemplo de los profesores). Al menos en mi facultad, los pedagogos sólo sirven de saco de boxeo para los filósofos (cuando sirven).
En cuanto a la exigencia..., sin duda no me habría venido mal, ni al resto de mi generación (no me atrevo a generalizar más). Personalmente, he dejado Pedagogía por problemas entre el nivel de exigencia (es muy bajo) y el de mi autoexigencia (que es un poco más alto, lo suficiente para que Pedagogía me hastiara).
Creo que desde Filosofía podré comenzar a leer pedagogía de verdad.
Un saludo nocturno, Gregorio. Sorprendente historia la que cuenta en este post (pero me la creo). Creo que propondré la celebración del Día de la Vergüenza Pedagógica a mi ex-facultad (en especial al grupito de amantes de Dewey... jejejeje).
Bueno, ya se ve que hacía el senyor Rousseau con su pròpia prole...
ResponderEliminarNoia-drac: El olvido filosófico de la pedagogía es equiparable al olvido pedagógico de la filosofía. Son dos olvidos orgullosos, pero ignorantes.
ResponderEliminarYa sabes que yo hice pedagogía en al UB. Allí me encontré, efectivamente, con algunos de los ejemplares pedagógicos más inútiles que uno pueda imaginarse. Nuca he visto tanta exhibición de incompetencia como en esa facultad.
Tus compañeros de filosofía deberían al menos, leerse a Rousseau. Que se lean, simplemente, las últimas páginas de El Emilio y descubrirán hasta qué punto el programa pedagógico de Rousseau es rígido, controlado y severo.
¡Pobre Rousseau, cuántas barbaridades se han hecho en su nombre!
Júlia: Y con su mujer, y con sus amigos... es que, en el fondo y en la forma, Rousseau era muy, muy poco rousseauniano.
ResponderEliminarD. Gregorio. ¿Podría recomendarme algún libro (vale en inglés) sobre el "homeschooling"?
ResponderEliminarMuchas gracias y muchos saludos estivales...
En el último párrafo has escrito: "me 'milito' a...", lo cual considero que es una metidita de dedo, pero, igual, cabe. Gracias por tus "apuntes".
ResponderEliminarAmigo Gregorio:
ResponderEliminarMe ha parecido muy interesante tu último post, ya que me parece muy actual.
La escuela es el segundo peldaño del aprendizaje de toda persona, el primero es o debería ser en el seno materno-paterno de la propia familia. La escuela debe enseñar a sus alumnos/as que para formarse hay que esforzarse, como muy bien dices siempre que tienes ocasión.
A veces también hay que darles ejemplos vivos a los niños y niñas de nuestro entorno y como te he dicho hace unos párrafos, los padres debemos ser el primer peldaño, dandoles la educación que les sirva para desenvolverse como ciudadanos en nuestra sociedad.
La última vez que nos vimos, nos encontramos en "Vins i Divins", y yo estaba en compañía de nuestro amigo en común o común amigo (ya me dirás cual es la expresión correcta), celebrando mi aprobado en las oposiciones para la administración de Justicia, a la que me he presentado 7 (SIETE)veces, lo que me ha servido no solo para conseguir plaza en propiedad, si no para darle un mensaje a mi hijo: Quien se esfuerza y no se rinde al final triunfa"
Dudo mucho que esto vuelva a pasar, al menos aquí. Ahora este tipo de qujas se han politizado y, desgraciadamente, algunas posturas se asocian a partidos políticos (me da pereza pensar que eso es así).
ResponderEliminarQué lejos queda de aquí la cultura del progreso.
Y la de la excelencia.
Y la de muchas cosas.
(siento la perogrullada anterior). Corrijo:
ResponderEliminarDudo mucho que esto vuelva a pasar, al menos aquí. Algunas posturas se asocian a partidos políticos (me da pereza pensar que eso es así).
Qué lejos queda de aquí la cultura del progreso.
Y la de la excelencia.
Y la de muchas cosas.
Don Cogito: Es interesante el libro de John Holt Teach Your Own
ResponderEliminarEste autor comenzó siendo crítico con la escuela y acabó proponiendo la alternativa del homeschooling.
Raul J: Gracias por el aviso, pero lo dejo así, para que tenga sentido tu comentario.
ResponderEliminarSeñor socialista: Enhorabuena.
ResponderEliminarSilencios: El hecho de que la revuelta estuviese tan protagonizada por judíos no es en absoluto casual. Es lo que la explica.
ResponderEliminarJudios y emigrantes. Perdón por la redundancia.
ResponderEliminarQuiero decir que, por ejemplo, los emigrantes españoles al Río de la Plata, a finales del XIX, o a Alemania, en el XX, si iban con la familia, descubrían un interés por la educación de sus hijos que no parece que tuviesen, con la misma identidad, en casa.
La benevolencia de su señora para con los jóvenes escolares la honra. Más siendo, como es, su señora esposa.
Desde LA CALOR, un lugar que existe algo más al sur de donde usted se encuentra, un saludo
Intensidad, coño, no identidad
ResponderEliminarEs la calor. I'm so sorry.