Todo el día esperando que, de un momento a otro, el cielo cayera, de pleno, como un pájaro muerto, sobre nuestras cabezas. Pero todo lo que ha caído, hasta este mismo momento, han sido las temperaturas y cuatro tímidas y dispersas gotas de agua. Conociendo la volubilidad de las borrascas de verano en el Mediterráneo, seguro que por algún sitio se las habrán visto con lo que nosotros nos hemos ahorrado. Esta mañana en la playa estábamos cuatro gatos. Olía a final de verano.
Tras regresar a casa, después de diez días memorables en Hoyuelos de la Sierra, en la venerable Sierra de la Demanda, un lugar mágico en el que circula lentamete el tiempo en el tren de cola de la historia, intento poner orden en mis cosas y recuperar el ritmo de trabajo. Sigo con el reinado de Felipe IV, aunque ahora he pasado de sor María Jesús de Ágreda al conde-duque de Olivares. Es este último un personaje político de tal ambición en la intención, que la ejecución era imposible que estuviese a su altura. Además la vida política del conde-duque está dominada, toda ella, por un azar caprichoso e implacable que lo va arrojando a frentes inesperados de la realidad. No me explico cómo este hombre no es más estudiado por los filósofos políticos españoles. Me corrijo: ¿habrá algún filósofo político español que haya estudiado en serio a Olivares? El libro de Gregorio Marañón me parece lamentable. A Cánovas se le escapa viva su realidad... ¿quizás Sánchez de Toca?
Hace poco leía una reflexión de un historiador que decía que "Olivadores suele pasar como un ambicioso que domina a un Rey debil y Richeliu un tipo inteligente en quien supo delegar su monarca. Felipe IV no era un debil. Todo lo contrario".
ResponderEliminarElliot lo dejó claro en su "Richelieu y Olivares".
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