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martes, 30 de agosto de 2022

Dos cosas

La primera, esta de Sanz Irles: "Primero fuimos la 3ª edad, después, “nuestros mayores”, luego nos quisieron dignificar y fuimos “seniors” y ahora oigo que somos los “silver”. Vamos a ver, atajo de GILIPOLLAS (que no se puede ser más gilipollas), somos viejos, los viejos de toda la vida, ¡bobos de los cojones!"

La segunda. Ayer La Vanguardia nos hizo a los rosamerones un magnífico e inesperado regalo: dedicó dos páginas a una muy sustanciosa entrevista a nuestro autor Álvaro Pombo. "¿Usted cree en Dios", le preguntaron. Y Pombo contestó: "Habría que cambiar la palabra creencia, que es fe, por confianza. Yo tengo confianza".


8 comentarios:

  1. Extraordinaria entrevista a un extraordinario pensador y escritor. Puedes estar de acuerdo con él, o no. Pero es imprescindible escucharle y leerle. Siempre deja poso inteligente.

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  2. Una de las definiciones de fe, según la RAE, incluiría lo siguiente: "...asentimiento a la revelación de Dios..."
    Y tal fue lo que hizo Abraham, padre de la fe, cuando aceptó la revelación divina en un acto de confianza plena y ciega.
    El término fe, en este caso, no sólo implicaría creencia, sino también confianza e incluso, propondría yo, esperanza, englobando a todos estos términos.
    Ahora bien, podría entender la respuesta del autor al que usted se refiere.
    Me explico:
    Mi hijo el menor cree que Dios existe y es bueno por las enseñanzas que ha recibido en la familia y en la escuela, podríamos llamarlo Tradición, pero no ha experimentado ningún encuentro personal con Él.
    A mi hija la mayor, en cambio, Dios se le manifestó siendo ella muy niña todavía. Tal revelación es la fuente de su fe y, por ende, de su confianza.
    Creencia versus confianza.
    Pero quizás, me aventiraría yo a decir, fe en ambos casos, ¿no?

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    1. Asentimiento a la revelación de los diversísimos ventrílocuos de Dios, en todo caso.

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  3. Uno de los pasajes más inquietantes del Antiguo Testamento se encuentra en el Génesis, cuando Dios, para probar la fe de Abraham, le pide que sacrifique en holocausto a su hijo Isaac. Algo que recuerda al sacrificio de Ifigenia por su padre, Agamenón. Abraham no duda en ningún momento y se dirige a la región de Moriah para ejecutar la orden. No se plantea si está loco y está oyendo voces delirantes. No duda, por si todo fuese producto de una treta de un diablo que se esté haciendo pasar por Dios. No. Abraham tiene certeza absoluta de que el auténtico Dios le está ordenando algo que tiene que hacer.

    Kant condenó el acto pues Abraham no siguió el dictado universal de la razón, su imperativo categórico. Sin embargo, Kierkegard defiende el acto de Abraham en su libro Temor y temblor. Llegar al estadio religioso significa que se ha superado el estadio ético y anteriormente el estético. Existe, así, una ética verdadera más allá de la ética cotidiana. El mal, por tanto, podría ser simple Bien oculto velado por culpa de nuestra ignorancia.

    Mohamed Atta, el de las Torres Gemelas, dejó escrita una carta en la que hacía referencia a Abraham. Dostoievski escribió que sin Dios todo estaría permitido. Leyendo este inquietante pasaje bíblico podríamos afirmar lo contrario: con Dios todo está permitido.

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    1. Su reflexión me ha resultado sumamente interesante, aunque voy a tener la osadía de presentarle una pequeña réplica basándome en San Agustín:
      "Ama, y haz lo que quieras...
      Como esté dentro de ti la raíz del amor, ninguna otra cosa sino el bien podrá salir de tal raíz".
      Me quedo con Dios, entonces. Y volviendo de nuevo al principio, "confío" en que Él sabrá lo que se hace.

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    2. Si he entendido bien, por lo tanto, siguiendo este último criterio agustiniano, la moral cotidiana, el bien y el mal al que nos referimos para calificar actos de asesinos, de terroristas o totalitarios son neutros, pues solo Dios podrá calificarlos desde su absoluta vara de medir. Seguramente Mohamed Atta pensaba que la raíz del amor estaba dentro de él. Es curioso como el presunto absolutismo moral de una supuesta voz divina relativiza la moral del mundo cotidiano.

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    3. Yo pienso que los actos en sí no son neutros. Desde el inicio hallamos el árbol del bien y del mal en el paraíso.
      Tan sólo propongo que este bien y mal que Dios conoce , de alguna manera, transmite al "corazón " (por denominarlo de alguna manera) del hombre.
      Pero luego entra también en juego el libre albedrío.
      Como diría un amigo mío: "El mal es la falta de Dios en el corazón de los hombres".
      Él piensa, y me ha argumentado en numerosas ocasiones, que "las creencias son una cosa y que alguien las utilice para construir una dictadura (podemos entender "para hacer el mal") es otra.
      Para reforzar su argumento se basa, por ejemplo, en que en el Nuevo Testamento es frecuente que Dios, por mediación de Cristo, intervenga para renegar de los sacrificios de sangre. En el Antiguo Testamento el caso de Abraham también sería buen ejemplo de ello, al ser la mano divina de un ángel la que interrumpe el sacrificio.
      De todas formas, mis réplicas constituyen sólo meras opiniones.
      Mi ánimo es llevar a la reflexión, no convencer, puesto que creo que a Dios no se llega por la razón sino que también es necesaria una experiencia sobrenatural de tipo personal.


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  4. Al hilo del tema que nos ocupa, y gracias al "azar amigo", con ánimo de seguir reflexionando, voy a compartir un fragmento de una carta de Antonio Gramsci a su madre, en la que la describe como una fuerza beneficiosa.
    "Si lo piensas bien, todas estas cuestiones del alma y de la inmortalidad del alma y del paraíso y del infierno son, a fin de cuentas, una manera de ver este simple hecho: que el valor de cada uno de nuestros actos, en bien o en mal, se transmite a los demás, pasa de padre a hijo, de una generación a otra en un movimiento perpetuo".

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