viernes, 22 de octubre de 2021

Otra caída

Ya les he contado a ustedes alguna vez que me caigo con frecuencia. Un problema del oído interno me impide llevarme del todo bien con el sentido de la verticalidad y de vez en cuando el suelo no está donde debería estar y me desequilibro. He sufrido caídas memorables. Quizás la más aparatosa fue en la escalera mecánica de la estación de Sants. La más dolorosa tuvo lugar un día de lluvia intensa en Madrid, que dí con mis huesos sobre un charco y con mi frente en una alcantarilla. Esto lo tengo bien asumido. Es lo que hay y no pienso encerrarme en casa para evitar caídas porque también me caigo por casa.
 
Ayer por la mañana me caí con cierto dramatismo subiendo al tren en Ocata. Me atendió inmediatamente un mendigo a cuyo lado no había querido sentarme en el banco de la estación. Una vez repuesto, me entregó algo que se me había caído del bolsillo de la chaqueta: el libro La risa, de Bergson.

No tuve ni un rasguño, aunque el ego se me magulló un poco, pero no pude apartar de mí en todo el día fue  la reacción del mendigo ni a Bergson. No me sentía culpable por no haber querido sentarme al lado del mendigo y, sin embargo, tampoco me sentía inocente.

4 comentarios:

  1. Yo una vez, debiendo esperando, me senté al lado de un mendigo que estaba charlando con otros. Era imposible no escuchar su conversación y la temática resultó ser profundamente desagradable, mi problema no fue sentarme sino que no veía como irme sin que se percibiera un cierto rechazo, así que desconecté mentalmente tanto como pude, pero estoy seguro que si me hubiera caído habrían sido aquellas personas de las primera en auxiliarme, quizá quien menos tiene tampoco tiene prejuicios.

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  2. No se fustigue don Gregorio. Dé las gracias a quien le ayude en sus caidas y siéntese donde esté más cómodo. Simple.

    Un abrazo para usted y para cualquiera que le ayude, ya que nos ayudan para tener el Gregorio nuestro de cada día.

    José

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