Estoy vaporosamente feliz en mi cuarto, tras una copiosa comida, mirando perezosamente los lomos de los libros que sé que no voy a abrir. Por la ventana veo allá el mar, disponiéndose a despedir el sol. ¡Qué dulce sopor! Y de repente me llega una invitación para viajar a Pacengo di Lasize, en el Lago de Garda. Antes de contestar, miro el mapa y observo que la ciudad se encuentra cerca de Verona. Suspiro y exclamo: "¡Qué pruebas nos manda el Señor!"
Y contesto que sí.
Resignación. Humilde y santa resignación.
ResponderEliminarSi necesita una mano amiga (con equipaje prendido) para pasar este trago, no dude en contar conmigo. Para qué estamos los amigos sino para acompañar en estos trances.
Esta oferta duya, fiel reflejo del deber kantiano, me llega al alma.
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