En su delicioso “¿Matar a Sócrates?” recuerda Gregorio Luri la leyenda socrática según la cual un orador demócrata, Lisias, ofreció a Sócrates un eficaz discurso de defensa, pero él lo rechazó porque, según Cicerón, no lo encontró “fortem et virilem”, pues se trataba de una súplica lacrimosa al jurado que Sócrates, por dignidad, no podía aceptar.
–Prefirió morir siendo Sócrates a continuar viviendo como Lisias.
¿Sirvió a Sócrates de algo esa heroicidad? ¡Ay!
ResponderEliminarLe sirvió, por ejemplo, para vivir sin vergüenza ni temor.
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