En educación, los signos de los tiempos tienen más poder que los gobiernos. Estos pueden legislar, pero no pueden garantizar ni la fe colectiva en sus leyes ni el entusiasmo para ponerlas en práctica. En educación el maestro es el propietario y el político el interino.
Para saber por dónde van hoy los signos de los los tiempos, hay que prestar atención a los informes de la OCDE. El próximo día 15 de septiembre se hará publico el titulado “Estudiantes, ordenadores y aprendizaje: Haciendo la conexión”. Los que saben de qué va aseguran que ofrecerá sorpresas. En octubre, el OCDE’s Innovative Learning Environments publica un libro explicando cómo algunos países han conseguido reformar sus sistemas educativos moviéndose del “pensamiento” (de los conocimientos) a la “acción” (a las competencias). A finales de noviembre aparece la recopilación estadística anual “Education at a Glance”, que dedicará una atención especial al impacto de la competencia lectora en el empleo. Del 19 al 20 de octubre está prevista en Helsinki una especie de feria de la educación, promovida por la Comisión Europea y el gobierno finés para explorar cómo la innovación en la enseñanza puede mejorar la calidad y la equidad de los sistemas educativos y equipar a los alumnos con las competencias que necesitarán en las sociedades del siglo XXI.
Los signos de los tiempos ordenan innovar. La innovación se ha convertido en un imperativo pedagógico. Hoy nadie parece molestarse si le dices que está equivocado, pero si le dices que está anticuado, se siente insultado.
Lo curioso es que en el mundo actual, los únicos que parecen tener claro cómo será el futuro son los pedagogos. Nos aseguran que el conocimiento ya no está en los libros, sino en las pantallas (aunque todos sabemos que en las pantallas hay de todo, información, desinformación y, sobre todo, mucha basura); que la memoria está sobrevalorada (no en mi caso, que quisiera tener más); que la titulación y el expediente académico ya no influyen para encontrar trabajo (pero ayer mismo BBC News informaba que cada vez son mejores las expectativas de los titulados); que lo importante no es transmitir conocimientos, sino crearlos (hace dos días The Telegraph advertía de la necesidad de fomentar la práctica de levantar la mano para hacer preguntas en clase), etc. Cada vez hay más políticos defendiendo la innovación, pero en Francia, un país con una larga tradición de escuela pública, las encuestas dicen que la mayoría de familias –incluyendo a un 45% de los votantes del Partido Socialista-, sacarían a sus hijos del sistema público si pudieran.
Cada vez serán mayores las diferencias entre las escuelas, porque cada vez les pedimos cosas más heterogéneas. En consecuencia, sería lógico que les pidiéramos también transparencia para poder elegir entre ellas, pero no me refiero a sus buenas intenciones (hay que darlas por supuestas), sino a las evidencias que pretenden conseguir con sus metodologías.
Este debería ser el año del compromiso entre intenciones y resultados.
Tant de bo tinguis raó. Però em sembla que ens costarà de trobar evidències aquest curs.
ResponderEliminarEt puc dir que a l'institut on treballo (i dedueixo que a molts altres) s'està estenent perillosament la pressió per part de la direcció per aprovar els alumnes a final de curs i, així és clar, reduir el fracàs escolar. Al preu que sigui i costi el que costi. Per tant compte amb la lectura de les evidències.
I jo em pregunto: realment a l'escola (com a institució, vull dir) li importa de debò l'educació dels alumnes?
La teva darrera pregunta és també la meva. Veig que hi ha una extensa xarxa d'escoles elitistes que saben a què juguen: ofereixen coneximents i, especialmente, una agenda (perquè per trobar feina a casa nostra és mes importante conèixer la gent adient que un bon CV), als pobres, però, els donem ideologia.
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