Me ha llamado especialmente la atención en este Anuari dels valors, una aparente contradicción entre la defensa, a la pàgina16, de los "grandes valores", que serían unos "valores básicos", universales con un "grado de permanencia y de validez notables en entornos culturales diversos", y la aproximación a estos valores mediante una colección de "temáticas susceptibles de controversia axiológica". ¿No hubiera sido más coherente buscar los valores comunes más en los consensos que en las controversias? ¿No muestran las controversias lo que hay de polémico en los valores?
Los valores permanentes serían la justicia, la paz, la libertad, la igualdad, la solidaridad, la belleza, la bondad, la verdad y el amor, la honestidad e integridad, la dignidad de la persona, el respeto por el medio ambiente, etc. Me pregunto si no hay aquí una reivindicación de la sindéresis tomista que no quiere decir su nombre. Difícilmente se puede defender esta permanencia de los valores sin postular una capacidad natural de la razón para juzgar rectamente y distinguir entre el bien y el mal. Pero esta capacidad parece puesta en cuestión por el mismo anuario cuando se dedica a recopilar controversias axiológicas.
Decía Platón (Eutifrón 76C y Fedro 263a) que "disputamos con los demás y con nosotros mismos únicamente por lo justo y lo bueno". Habría que ver, pues, qué explica mejor la controversia, si la postulación de la sindéresis o la constatación de la disputa. O, planteado de una manera más abrupta: habría que ver si el valor del valor radica en el hecho de ser valor o en el hecho de ser nuestro valor. Si la primera alternativa es la correcta, entonces nos encontramos en el terreno de la axiología; pero si lo es la segunda, lo que tenemos delante es un debate político. Recuerdo que Margaret Thatcher, que fue quien introdujo los valores en el debate político contemporáneo, nunca habló "de los valores", sino de los valores victorianos, los británicos, los cristianos, etc.
¿Qué hay detrás de estas "temáticas susceptibles de controversia axiológica", un debate axiológico o político?
Mi respuesta es que nos encontramos ante debates políticos ligados, como creo ver en el Anuari por un importante rasgo en común: la defensa indignada de unas determinadas formas de apropiación de los valores.
Encuentro este fenómeno muy relevante porque en mi opinión la indignación es el sustituto moderno de la sindéresis, como puede comprobarse acudiendo al primer teorizador de la indignación, que no fue Stéphane Hessel, sino Denis Diderot. De hecho Hessel se puede entender como una realización peculiar de lo que decía Diderot.
Basta leer las entradas que escribió Diderot en la Enciclopedia relacionadas con esta cuestión: "Indignación", "Resentimiento", "Derecho natural" y "Corrupción política", para darse cuenta de que esbozó una reflexión que parece haber encontrado en nosotros una concreta realización histórica. De acuerdo con Diderot, la indignación es una pasión política que la naturaleza ha puesto en nosotros para compensar los defectos de las leyes y puede ser entendida como el fundamento de la soberanía popular dado que garantiza una evidencia moral inmediata que ilumina nítidamente la diferencia entre el justo y el injusto: No hay aquí una reivindicación hiperbólica de la sindéresis?
Pues no, porque Diderot es suficientemente lúcido para darse cuenta se que si bien la indignación nos garantiza la bondad de nuestras intenciones, no nos asegura que tengamos razón. Esta es la parte de Diderot que no han querido heredar los Stéphane Hessel.
Quizá, pues, estas "temáticas susceptibles de controversia axiológica" que recoge el Anuari lo que muestran es el triunfo de una indignación que ha olvidado la prevención de Diderot. Si esto fuera así, este triunfo habría sido posible gracias a la sustitución, de hecho, del homo politicus por el homo indignatus, que sería el indignado clarividente.
Pero el olvido de que la indignación no nos asegura la posesión de la razón, lleva implícito el peligro de creer que el hombre indignado santifica todo lo que toca. Ahora bien, se mire como se mire, la indignación moral es la postura ética que encuentra mas noble el vómito que el apetito ... precisamente porque ha hecho más suyo el emotivismo moral que la ley moral.
No es raro que le parezca que hay contradicciones. Se trata, en primer lugar, de borrar toda la influencia del catolicismo, que es, en lo tocante a ética, la base de nuestra sociedad reciente. Eso es prioritario, porque es una de las pocas cosas que la izquierda puede reclamar como algo que la diferencia de la derecha (curiosamente, son todas cosas que cuestan poco dinero). En esto, el progresismo lucha valientemente contra la taimada asociación entre trono y altar, bestia bicéfala, pariente del franquismo, el nacionalismo español y otros terribles males. Pero al mismo tiempo, el progresismo no es algo muy diferente de una religión, o al menos a ello aspira. Tiene dogmas, como el calentamiento global (se terminó el debate) o la alianza de civilizaciones (no menos difícil de comprender para el lego que la Santísima Trinidad, en vista de las noticias que a diario vemos sobre las matanzas de los que no se ajustan a los dogmas de ciertas religiones. No pasa nada, la católica también hacía eso; que fuese hace siglos es un detalle nimio).
ResponderEliminarAunque la bandera del progresismo haya sido la libertad de pensamiento, como ya está ganando, ahora le conviene restringir esa libertad para los que piensan distinto, no vaya a ser, y así pide cárcel para quienes escriban otra versión de la historia, o para quienes no muestren el debido respeto a cualquiera de sus dogmas.
Hay otras sutilezas: el patriotismo es bueno si es el adecuado, y el respeto a las religión es crucial con tal de que no sea a la enemiga.
Conviene, pues, D. Gregorio, que sea cuidadoso, no tenga que verse en manos del Santo Oficio, que no es broma, o sometido al ostracismo por seguidor o colaborador de la caverna.
Me parece don Gregorio que lo que usted censura básicamente es la concepción "emotivista" , por llamarla de alguna manera, de la moral.
ResponderEliminarLuego la indignación puede estar justificada, o no. Por sí misma no es ni buena ni mala; pero sí es o puede ser necesaria e incluso inevitable. Creo que la posición de Diderot era plenamente consciente de esto, de la diferencia entre el plano descriptivo y el preceptivo o normativo.
Lo que yo intento criticar es el entusiasmo no mediado ni por una gota de prudencia. Es decir, de frialdad racional.
ResponderEliminarDe ese homo indignatus la sindéresis es sólo un atributo: ocupa el papel de los dioses en el Eutifrón: lo bueno/santo/piadoso es lo que a ellos les parece que lo es. Para los pobres mortales a veces es difícil saber qué es bueno/justo, el único criterio seguro termina siendo lo que a ellos plazca.
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