Pienso que no lo es, en la medida en que sea la interpretación "vigente". Ese es el error de la fenomenología, pretender objetivar el propio acto perceptivo o interpretativo. Como sabe, la fenomenología distingue el acto de pensar o percibir -nóesis- de la realidad pensada o percibida -nóema-. Una cosa es la actividad psíquica y otra el objeto al que esta va orientado. El problema surge cuando la reducción fenomenológica se lanza a incluirme a mí también en su afán objetivador, cayendo con ello en el idealismo. La epokhé suspende el juicio (pone entre paréntesis) al sujeto, el acto y el objeto intencional tratando de ser objetiva al limitarse a describirlos a todos ellos. Lo que sucede es que ese poner entre paréntesis se hace desde fuera del acto, no desde dentro, con lo cual en el momento en que lo pongo (el paréntesis) ya no estoy protagonizando dicho acto, sino realizando un acto nuevo (el de poner entre paréntesis) que escapa al acto reducido fenomenológicamente.
Si yo interpreto un hecho y luego pretendo interpretar esa interpretación, objetivo la primera interpretación pero desde fuera, cosificada, no actuante, pues mi interpretación de todo ello no puede quedar incluida.
Muy interesante Rafael, lo que dice. Pero por qué no pensar que puede haber una Fenomenología que sea consciente de lo que dices, pero al mismo tiempo refleje una realidad ontológica y óntica. Una Fenomenología que sea por decirlo de algún modo trans-metafísica.
Quiero decir, que la fenomenología si bien distinguiría el acto de pensar de la realidad pensada, también permitiría decir qué realidad hay cuando pensamos de un modo A (que el pensamiento es lo real) ; y que realidad hay cuando pensamos de otro modo B (que solo hay interpretación). Las dos realidades serían igual de ontológicas y de ónticas, paradójicamente, pues ambas parten de dos perspectivas distintas, que se necesitan en tanto son complementarias ya que las dos conforman lo real.
En Metafísica 1043 b 23-8, Aristóteles ridiculiza a Antístenes «y otros palurdos (apaídeutoi)» por sostener que no se puede definir (horísasthai) nada. Si no se puede delimitar nada, entonces no podemos hablar. Lo que dice Aristóteles es, a mi parecer, de la mayor importancia: hablemos de lo que hablemos incluso cuando hablamos de la imposibilidad de establecer hechos- estamos dando por sentados ciertos hechos. Por ejemplo, la existencia de una diferencia entre noesis y noema. Se podría objetar que este es un problema del lenguaje y no de la realidad. Pero entonces se le podría preguntar a quien nos objeta que nos cuente lo que sabe de la realidad. Ocurre, además, que aceptado un hecho, se aceptan todos cuantos se derivan de él: ¿Es la intuición de las esencias un hecho?, etc. Podría aceptar que la afirmación de que algo es un hecho es una afirmación metafísica, pero añadiendo inmediatamente que la metafísica no es lo que está más allá de la física, sino lo que la fundamenta. O, para ser más precisos: lo que la fundamenta para el animal metafísico que es el hombre. Como ocurre siempre en estas cuestiones, uno siente que un comentario de este tipo no deja de ser una frivolidad, pero espero un poco de caridad factual de su parte.
Disculpas a nuestro anfitrión. No pensaba escribir nada más al respecto pero H. Ambossat me interpela amablemente y me parece una descortesía responder con el silencio.
Pienso que esta cuestión la ha planteado en sus debidos términos Ortega y Gasset, así que me apoyaré en sus categorías.
Yo me encuentro con todo modo de realidad en mi vida, mi vida es el ámbito, el dónde en que se me dan las cosas, hechos, recuerdos, etc. Por ello mi vida es la "realidad radical". No necesariamente la más importante, sino aquella donde encuentro radicadas todas las cosas. Mi vida es un proyecto, un quehacer, pues no se me da hecha. Vivo en función de mis proyectos y desde ellos interpreto la realidad. Así pues, una cosa es lo que "hay", la realidad tal como la encuentro, que está ahí, y otra lo que esa realidad "es". Ese ser de las cosas está en función de mis proyectos. El nudo hecho no me dice nada si no es interpretado, si no derramo sobre él el sentido. Por eso dice Ortega que "la reabsorción de la circunstancia es el destino concreto del hombre".
Por mí mismo sería incapaz de interpretar todas las realidades que encuentro, necesito referentes, saber a qué atenerme, por eso en gran medida esas interpretaciones me vienen dadas por mi entorno social, son las creencias sobre las que andamos y que habitualmente confundimos con la realidad misma por parecernos obvias.
La vida misma precisa encontrarse sentido, interpretarse, por eso requiere una "teoría intrínseca" que, de algún modo, ya es una metafísica.
Y después de todo el chorreo que he metido me detengo aquí. Creo que voy a tener que pedir un carajillo en este entrañable café.
Los hechos sin interpretación no son nada. Precisan sentido y jerarquía, esto es, estructura. (Igual la hemos liado todavía más).
ResponderEliminarErgo la interpretación es un hecho
EliminarPienso que no lo es, en la medida en que sea la interpretación "vigente". Ese es el error de la fenomenología, pretender objetivar el propio acto perceptivo o interpretativo. Como sabe, la fenomenología distingue el acto de pensar o percibir -nóesis- de la realidad pensada o percibida -nóema-. Una cosa es la actividad psíquica y otra el objeto al que esta va orientado. El problema surge cuando la reducción fenomenológica se lanza a incluirme a mí también en su afán objetivador, cayendo con ello en el idealismo. La epokhé suspende el juicio (pone entre paréntesis) al sujeto, el acto y el objeto intencional tratando de ser objetiva al limitarse a describirlos a todos ellos. Lo que sucede es que ese poner entre paréntesis se hace desde fuera del acto, no desde dentro, con lo cual en el momento en que lo pongo (el paréntesis) ya no estoy protagonizando dicho acto, sino realizando un acto nuevo (el de poner entre paréntesis) que escapa al acto reducido fenomenológicamente.
EliminarSi yo interpreto un hecho y luego pretendo interpretar esa interpretación, objetivo la primera interpretación pero desde fuera, cosificada, no actuante, pues mi interpretación de todo ello no puede quedar incluida.
(Ya he dicho que igual la liábamos más... Sorry!)
Muy interesante Rafael, lo que dice.
EliminarPero por qué no pensar que puede haber una Fenomenología que sea consciente de lo que dices, pero al mismo tiempo refleje una realidad ontológica y óntica. Una Fenomenología que sea por decirlo de algún modo trans-metafísica.
Quiero decir, que la fenomenología si bien distinguiría el acto de pensar de la realidad pensada, también permitiría decir qué realidad hay cuando pensamos de un modo A (que el pensamiento es lo real) ; y que realidad hay cuando pensamos de otro modo B (que solo hay interpretación). Las dos realidades serían igual de ontológicas y de ónticas, paradójicamente, pues ambas parten de dos perspectivas distintas, que se necesitan en tanto son complementarias ya que las dos conforman lo real.
Rafael,me gustaría saber tu opinión.
H. Ambossat
En Metafísica 1043 b 23-8, Aristóteles ridiculiza a Antístenes «y otros palurdos
Eliminar(apaídeutoi)» por sostener que no se puede definir (horísasthai) nada. Si no se puede delimitar nada, entonces no podemos hablar. Lo que dice Aristóteles es, a mi parecer, de la mayor importancia: hablemos de lo que hablemos incluso cuando hablamos de la imposibilidad de establecer hechos- estamos dando por sentados ciertos hechos. Por ejemplo, la existencia de una diferencia entre noesis y noema. Se podría objetar que este es un problema del lenguaje y no de la realidad. Pero entonces se le podría preguntar a quien nos objeta que nos cuente lo que sabe de la realidad. Ocurre, además, que aceptado un hecho, se aceptan todos cuantos se derivan de él: ¿Es la intuición de las esencias un hecho?, etc. Podría aceptar que la afirmación de que algo es un hecho es una afirmación metafísica, pero añadiendo inmediatamente que la metafísica no es lo que está más allá de la física, sino lo que la fundamenta. O, para ser más precisos: lo que la fundamenta para el animal metafísico que es el hombre. Como ocurre siempre en estas cuestiones, uno siente que un comentario de este tipo no deja de ser una frivolidad, pero espero un poco de caridad factual de su parte.
Disculpas a nuestro anfitrión. No pensaba escribir nada más al respecto pero H. Ambossat me interpela amablemente y me parece una descortesía responder con el silencio.
EliminarPienso que esta cuestión la ha planteado en sus debidos términos Ortega y Gasset, así que me apoyaré en sus categorías.
Yo me encuentro con todo modo de realidad en mi vida, mi vida es el ámbito, el dónde en que se me dan las cosas, hechos, recuerdos, etc. Por ello mi vida es la "realidad radical". No necesariamente la más importante, sino aquella donde encuentro radicadas todas las cosas. Mi vida es un proyecto, un quehacer, pues no se me da hecha. Vivo en función de mis proyectos y desde ellos interpreto la realidad. Así pues, una cosa es lo que "hay", la realidad tal como la encuentro, que está ahí, y otra lo que esa realidad "es". Ese ser de las cosas está en función de mis proyectos. El nudo hecho no me dice nada si no es interpretado, si no derramo sobre él el sentido. Por eso dice Ortega que "la reabsorción de la circunstancia es el destino concreto del hombre".
Por mí mismo sería incapaz de interpretar todas las realidades que encuentro, necesito referentes, saber a qué atenerme, por eso en gran medida esas interpretaciones me vienen dadas por mi entorno social, son las creencias sobre las que andamos y que habitualmente confundimos con la realidad misma por parecernos obvias.
La vida misma precisa encontrarse sentido, interpretarse, por eso requiere una "teoría intrínseca" que, de algún modo, ya es una metafísica.
Y después de todo el chorreo que he metido me detengo aquí. Creo que voy a tener que pedir un carajillo en este entrañable café.
Un cordial saludo.
¿Los hechos son una realidad objetiva ?
ResponderEliminarPara contestarle necesito saber si su pregunta es un hecho y en tanto que tal algo objetivo.
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