Coincidiendo con el terremoto de Japón, unos ladrones sin escrúpulos filosóficos han robado el busto de bronce de Voltaire, que se encontraba presidiendo la plaza del mercado de Ferney-Voltaire, ciudad que se honraba tanto de haber acogido como su vecino al filósofo que hasta lo añadió a nombre. Pero los ladrones no respetan nada. Se han llevado los ochenta kilos de la escultura y han dejado el pedestal descabezado, que ahora puede pasar como un monumento al alza vertiginosa del precio del bronce. Si los malandrines ya han dado el salto de las catenarias ferroviarias al bronce de la memoria, es que las Luces dan menos de sí que la ley de la oferta y la demanda. Y uno, inevitablemente, piensa en Lisboa y en Pangloss, claro.
También habrá que dedicar un rato a su vecino ginebrino, digo yo.Saludos.
ResponderEliminarJordi, con el vecino ginebrino tengo yo una relación difícil.
ResponderEliminarSaludos,