Les diré para comenzar que yo a las plantas de mi huerto les pongo humus. Compro unos sacos de 50 litros (por alguna razón que se me escapa la unidad de medida del humus es el litro, no el kilo) en Can Colomer y lo mezclo con la tierra arcillosa, para que tengan mis hortalizas más sustancia nutritiva. Dicho esto, añado que estaba ayer por la tarde en el huerto, disfrutando de la placidez de una tarde de primavera deliciosa. La luz del sol declinante iluminaba en diagonal con unos tonos pasteles delicados y diáfanos a las plantas y las hojas recién brotadas parecían brillar con una luz propia. Mientras tanto, sentado en el borde de un bancal, iba leyendo a Adela Cortina, que uno no abandona sus perversiones de la noche a la mañana. De repente me encuentro con esto: "La Edad de Oro del lenguaje moral es Grecia, y la modernidad supone la pérdida del humus teleológico y comunitario humano, la pérdida, por tanto, de una orientación moral y política para la acción". Miré a mis tomateras, que se encontraban tan felices absorbiendo teleológicamente la luz del sol y pensé que a Adela Cortina la había traicionado la metáfora agrícola, confundiendo la causa material con la final. Que el fin sea el humus tiene, desde luego, su miga, con la que el hispanoromano Higinio construyó una honda fábula que fascinó a Heidegger. Pero yo no quiero tomates metafísicos, aunque me pueda tentar la metafísica del tomate, lo que quiero son tomates olorosos, jugosos y efímeros que se me deshagan en la boca nada más hincarles el diente. Quiero tomates capaces de transformar el humus de la tierra en una fruta deliciosa gracias a su exposición al sol. Quiero tomateras que no olviden que teleológicamente han de darme tomates. Yo ya le devolveré al humus, cuando corresponda, toda la teología, pero no ahora (espero), porque la gracia y sustancia de la vida humana se encuentra en el mientras tanto. Y el telos del mientras tanto es, inevitablemente, la luz (aunque haya días nublados y noches oscuras para el alma).
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Me sorprenden, Gregorio, dos cosas en su escrito. La primera que lea a Adela Cortina en el huerto, yo es algo que me tengo absolutamente prohibido; no a Adela, sino cualquier otra lectura que esté relacionada con la profesión. Nada de intelectualismo en el huerto, este debe mantenerse en la medida de lo posible incontaminado de dialéctica.
ResponderEliminarLa segunda y más importante: los tomates; ¿ya tiene usted tomateras en el bancal? ¿no cultivará usted bajo plásticos? ¿qué clase de tomate tiene usted plantado? ¿qué temperatura hay por Ocata?. A mí apenas han empezado a asomarme algunos brotes protegidos de tomates y pimientos en el semillero-hivernadero protegido. Espero utilizar las vacaciones de Pascua -si es que, al fin, llegan- para trasplantar tomates, pimientos, calabacines... Estoy pensado incluso en añadir algunas simientes más de tomate de Monserrat, San Marzano y pimientos bilbainos -renuncio ya los del Padrón por el excesivo picante que toman por estas tierras del sur.
Respecto a la moral y la metafísica nada me extraña de ese par de gemelas...
Saludos
Don Serenus: Las premuras nos obligan a hacer descabelladas heroicidades.Esto va por Adela. Respecto a los tomates, he de decirle que el clima de Ocata es privilegiado. Se encuentra en una ladera que mira al sur de la sierra litoral catalana, que nos protegen de los vientos del norte. En cualquier caso, consciente del riesgo, he plantado sólo diez matas. De aquí a unos días plantaré más. He optado por el tomate Caramba. Ahora estoy esperando que un amigo me traiga de Navarra pimientos del cristal, que son para mí la hortaliza cumbre de la huerta de la ribera del Ebro.
ResponderEliminarMor moris, don Serenus: nada hay más práxico. La metafísica quizás sea un vicio de la razón. De ahí su nobleza.
Saludos.
¿que serà que a todos nos llama tener nuestro propio huerto?, debe ser la llamada de la tierra o el retorno al principio. Mi padre tenia uno y entre el motocultor, los abonos, el tiempo dedicado y las inclemencias de la naturaleza, más lo que le recogian de motu proprio, decia que le salia cada tomate (hace tiempo ya) a 500 pesetas.
ResponderEliminarPuigcarbó: Le reconozco que esta es una sinecura que no deja muchos beneficios monetarios. Y dejémoslo así, se lo ruego.
ResponderEliminarI un rajolinet d'oli d'oliva verge...
ResponderEliminarHay un día al año en que sales de casa y, zas, la primavera. Ese día fue ayer, exactamente. Las glicinias, su color, su olor.
Vivimos en un rincón de mundo privilegiado.
Lola: Una de las cosas de hacerse viejo es esta voracidad por el disfrute de los buenos días. De hecho, hacerse viejo es comprender el significado del saludo "buenos días". Ayer, especialmente por la tarde, de 5 a 7, a uno le daban pena los dioses, incapaces de disfrutar de lo efímero.
ResponderEliminar"Masnou, el rovell de l'ou", dicen los indígenas.
En llatí, humus era la terra que podia llaurar-se i, doncs, que donava fruit. És d’aquesta paraula vénen “humilitat” i “humà”.
ResponderEliminarSi tenim present l’etimologia d’aquests dos mots, ens adonem que l’humà és aquell que surt de la terra, n’és el fruit. Des d’aquest punt de mira, la humilitat consistiria a no oblidar d’on venim, què som: terra, fang, pols, pedra... Si som conscients d’això, som humils i, per tant, som també més humans.
deliciós, l'escrit i els tomàquets
ResponderEliminarAhí, ahí, en el ínterin..., entre la realidad y el deseo.
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