- El derecho al trabajo no nos garantiza el derecho de propiedad sobre "ese" trabajo en concreto.
- El derecho al matrimonio no nos garantiza una persona que quiera casarse con nosotros rendida de amor por nuestros huesos.
- El derecho a la libertad de expresión no nos garantiza una audiencia. Y mucho menos una audiencia condescendiente.
- El derecho a la educación no nos garantiza un aprendizaje sin esfuerzo.
- etc
- etc
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sábado, 4 de abril de 2009
Derechos
A la hora de considerar el concepto de "derecho" y, muy especialmente, para prevenir que la defensa -a rajatabla- de la dignidad humana no haga de nosotros unos ciudadanos hiperexigentes con nuestras pretensiones e hiper acomodaticios con nuestras obligaciones, convendría siempre tener presente que:
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22 de diciembre
I Se mire como se mire: el 22 de diciembre debiera ser la fiesta nacional de España. Nada nos une más que la lotería de navidad. II Esa ale...
Nada en nuestra vida nos garantiza el hecho de ser salvo nuestra propia existencia.
ResponderEliminarPero los derechos y deberes son erróneos en su concepción. Por esos aspetos, y por tu entrada, ¿que sentido tiene nuestra carta magna?
Un abrazo Gregorio.
La Carta Magna -se supone- establece el régimen de un Estado de derecho, es decir, de un Estado que establece (o pretende establecer) un determinado equilibrio entre derechos y deberes. A mi lo que me preocupa no es esto, sino el que una cierta demagogia (quizás inherente a la democracia) tienda a hacernos creer, primero, que los derechos son efectivos por ser proclamados; segundo, que porque son efectivos salen gratis y, tercero, que porque salen gratis nos podemos situar ante ellos como los consumidores ante los productos.
ResponderEliminarTé tota la raó, vés per on. Sobretot amb això dels consumidors i els productes.
ResponderEliminarUna abraçada,
j.t.
Permitame un par de aportaciones, el derecho a la justicia que no implica que se imparta justamente, y el derecho a la vivienda, que no implica la gratuidad de un derecho a una vivienda digna, y el derecho a la dignidad propiamente dicha, y no ha ser mareado de vetanilla en ventanilla o de facultativo a facultativo, hasta que naturalmente te mueras.
ResponderEliminarMagistral Luri: duros tiempos recios, en que lo evidente ha de ser aximatizado para recordarlo.
ResponderEliminarAhí me has dado.
J.T. Hi ha un ciutadà novell (al que Nietzsche, però, va arribar a intuir)que es situa davant els drets com un consumidor davant les prestatgeries d'un supermercat i que, en conseqüència, viu una relació de dependència asimètrica amb "l'administració", a la qual li exigeix una fidelitat permanent i absoluta mentre solament està disposat a correspondre amb una fidelitat condicional i voluble.
ResponderEliminarRuben: Le confesaré un secreto: cada vez confío menos en el discurso sobre los derechos y me fío más de los derechos que aparecen consignados con su correspondiente partida en los presupuestos del Estado.
ResponderEliminarDon Ignacio: Es que recientemente un memo me asaltó defendiendo su derecho a que yo escuchara con atención y respeto sus memeces, que eran de calibre muy grueso. Hombre, no me importa aceptar su derecho a montarse una televisión privada para publicitar a los cuatro vientos sus ocurrencias... siempre que respete mi derecho de propiedad sobre mi mando a distancia.
ResponderEliminarSí. Quan tens necessitat de reclamar algun dels teus drets, et maregen com una perdiu, però, quan tens de complir-los no et despistis, perquè a la més mínima, te’n vas a la presó.
ResponderEliminarJ.M.
Una posible pista: derecho es lo que se puede reclamar ante un juez.
ResponderEliminarEstos días he estado visionando la miniserie estadounidense John Adams, en donde aparecen los discursos y opiniones del primero y de Thomas Jefferson. Gran serie, que he podido ver gracias a que otros la han compartido en internet. Serie que recomiendo.
ResponderEliminarSi nos centramos en Cataluña, podemos ver que una y otra vez son vulnerados desde las administraciones públicas catalanas los derechos de muchos ciudadanos castellanohablantes por obra y gracia del nacionalismo excluyente que impera, el cual impone su doctrina a los demás gracias a la mayoría que tiene, de modo ilegítimo, pues ninguna mayoría puede vulnerar derechos fundamentales y constitucionales.
Mas es un mal generalizado en la sociead española: confundir la dictadura de la mayoría con el verdadero significado de lo que implica un sistema democrático, el cual ha de estar siempre basado en el respeto a unos derechos inalienables de los que gozan todos los ciudadanos.
Sin principios y valores reina "el todo vale" o "el fin justifica los medios".
No sólo hemos de reclamar que se respeten nuestros derechos, sino también el de los demás. Mas el egoísmo ombliguista es lo que impera en esta sociedad.
Si Señor Don Gregorio, la voluntad politica se demuestra en los presupuestos.
ResponderEliminar¿Derecho a trabajar? ¿Y a ser frito en aceite?
ResponderEliminarMagnífico, Don Gregorio. Y, yendo al límite, algo que a la gente de mi generación le sonará como una herejía. El derecho a la vida no es una garantía de vida hasta los 90 con plenas facultades físicas y mentales. Las personas tenemos derecho a a la vida sólo si la naturaleza y el azar nos conceden su beneplácito. Al cáncer le importa bien poco los derechos humanos. Ni de ese derecho, el que consideramos más inalienable, podemos ser garantes los humanos. Ni hace falta decir que los hombres luchan desde que lo son por tratar de que ese derecho deje de ser pura retórica.
ResponderEliminarEn definitiva, los derechos, que los hombres otorgan, los hombres los deben garantizan. Hablar de derechos naturales o íntrinsecos es una fantasía que sólo conduce a la pasividad.
Hablando de derecho a la vida... y sin ánimo de polemizar sobre el aborto, me llama la atención la argumentación de Pasolini, sobre la cual se podría discutir.
ResponderEliminarBarcepundit -> ABC.es Aborto Jon Juaristi
[ Pasolini, que era comunista, se opuso en su día a la legalización del aborto, no por motivos religiosos, sino por su intuición, muy acertada, de que dicha medida relativizaría el carácter sagrado de la vida humana, sometiendo la definición de lo humano a convenciones culturales, cuando, precisamente, el gran logro de la civilización europea —según Pasolini, una civilización paradójicamente campesina— había consistido en liberar a lo humano de las constricciones de la cultura, situándolo en el origen de ésta, y no a la inversa, como lo han hecho todas las tradiciones míticas de los pueblos sacrificadores (según las cuales, son los dioses quienes crearon la cultura). No hablaba Pasolini de derechos del embrión o del feto, sino de sacralidad de los mismos, que no son personas (ni siquiera la Iglesia se plantea bautizar embriones), pero sí vida humana que pugna por existir, adquirir forma e individualizarse desde el fondo indiferenciado de la especie... ]
¿Son los derechos humanos meras convenciones sociales de la civilización europea? Asumidas posteriormente por la globalidad.
ResponderEliminarQué es antes ¿el derecho o la convención? Es decir, la convención simplemente reconoce un derecho ya existente, intrínseco a la persona, tal como argumentaba John Adams al respecto de la libertad.
Yo siempre he tenido una sospecha: que todos tenemos derecho a todo.
ResponderEliminarPero tenemos, además de tener derecho a algo, que merecerlo.
Jordi: Aquí está la clave, en la administración burocrática de los derechos. ¿Sin ella podríamos proclamar nuestros derechos?
ResponderEliminarQuerido Claudio, tal cual. O, dicho de otra manera: el derecho necesita de la fuerza.
ResponderEliminarMaty: ¿Existe el nacionalismo no excluyente?
ResponderEliminarRuben: El ejercicio de los derechos lleva aparejado un debe y un haber.
ResponderEliminarTumbaíto: Allá cada cual con sus preferencias.
ResponderEliminarJoseph: Yo sospecho que los derechos son, todos, contra natura. Y por eso mismo imprescindibles para la vida política. Pero como siempre ocurre, la naturaleza se reserva la última palabra. "Contra natura": es decir, creencias necesarias para olvidar la naturaleza. Y en el espacio marcado por este olvido la ciudad hunde sus cimientos. Ya sabe usted que a mi me gusta la arqueología... esos paisajes en que las ruinas anuncian el futuro de toda ciudad.
ResponderEliminarMaty: San Pasolini, ora pro nobis.
ResponderEliminarDon Pere: Usted es un optimista y, por lo tanto, irremediablemente joven, Yo me conformaría con poder reivindicar el derecho a la inteligencia, pero no sé ante quién reivindicarlo.
ResponderEliminarAllá cada cuál con sus preferencias...
ResponderEliminar¡Estamos tan cerca de que se vuelva a aceptar el derecho de pernada!
No negaré que estoy ilusionado.
Dicen los eruditos que trabajo viene de tripalium.
ResponderEliminarAdmito que me cuesta digerir que algo penoso se me venda como un "derecho". Inmediatamente recuerdo la frase antesala de que me plantee la posibilidad de volarle a alguien la cabeza con un rifle: "además de puta puesta al sol".
Tumbaíto: ¿Conoce usted "El derecho a la pereza", del yerno de Marx, Paul Lafargue? El socialismo hispano ha tenido históricamente un componente lafarguista. Ya sabe usted que negocio es la negación del ocio (nec-otio) y ahora andamos reivindicando que el poder nos entretenga para poder soportar el ocio... o al menos eso era lo que parecía ocurrir antes de la crisis...
ResponderEliminarSólo pido que se considere el trabajo lo que es: una obligación (y además penosa).
ResponderEliminarPan y circo, ¿no? ¡Nada nuevo bajo el sol!
En mi casa ocioso es atolondrado.
ResponderEliminarDon Gregorio digamos que en la burocracia se traspapelan los derechos, cuando no prescriben.
ResponderEliminar¿el derecho a la inteligencia? ¿lo dice por la tele? El derecho a la inteligencia es algo muy íntimo, y recelosa por parte de la administración, quizás por miedo a ser descubierta. De la administración solo son válidas las personas, y no todas.
No nos olvidemos de una de las claves -¿la clave?- en materia de derechos y deberes: disciplina.
ResponderEliminarAunque duela... un poquito
Don Gregorio: mi optimismo es fruto de un instinto de supervivencia. Puede que mi juventud (divino tesoro) me haga obrar así. Lo que está claro es que así me va mejor. Lo que también es cierto es que del optimismo a la estupidez hay escasos milímetros, y reconozco que atravieso esa delgada línea con frecuencia.
ResponderEliminarPor lo del derecho a la inteligencia es algo que podemos reclamar todos juntos. La última vez que lo reclamé (vociferando y enumerando el santoral entero, como si se tratara de la tabla periódica) fue el último día que encendí la televisión. Me insulta grave y repetidamente. Lo mismo me pasa con la política o la música. El sumum es ver a un político en televisión dirigiéndose al electorado o ver un programa de tendencias musicales.
Supongo que el derecho a la inteligencia lo tengo; lo que no tengo derecho es a ser tratado como tal. ¡O eso parece!
Don Ángel: Disciplina... me suena esta palabra, pero no recuerdo de qué.
ResponderEliminarPere: Menos mal que no tenemos un Berlusconi que se dedique a grabar discos... por ahora.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario de "L'escola...". Si, os tenía presentes. Fuisteis mi último COU. Jamás he vuelto a explicar en clase la Crítica de la Razón Pura: estética, analítica y dialéctica trascendental... Después me he llegado a preguntar si en realidad exististeis.
Porque, amigos, hubo un tiempo en que en los institutos se hablaba de Kant, y de Hegel. Y en ese tiempo además de seguir un programa complejo los alumnos se leían un pequeño ensayo filosófico cada trimestre (la Apología de Sócrates, el Discurso del Método, La respuesta a la pregunta qué es la Ilustración, por ejemplo). Fue así, lo juro. Yo fui testigo.
ResponderEliminarDemos gracias a Dios de que ya no tengan que leer el patético panfleto ese de la ilustración.
ResponderEliminarY el Discurso del Método... Mi parte preferida es el final (que por supuesto no ha leído nadie).
El Parménides nunca se recomendó. ¿Por qué?Tampoco se leyó el Libro del Santo Job en literatura universal.
Hegel en el instituto... Los progres siempre han creído en la ciencia infusa.
Muchas veces he pensado que el derecho de "poseer" la plaza de profe de por vida por medio de la oposición es un error tremendo. Algunos -no muchos- compañeros abusan de ese "derecho" olvidándose de que comporta la obligación de ponerse siempre al día, de trabajar hora tras hora de la mejor manera posible, etc. Pero lo digo bajito para que no me "hackeen" el blog. je. Uso el suyo para decirlo, querido Luri.
ResponderEliminarUn abrazo.
Querida Gabriela: Un abrazo empañado de empatía.
ResponderEliminarTumbaíto: A veces me dan ganas de castigarlo con los brazos en cruz y media enciclopedia Espasa en cada mano.
¿En cruz o en aspa, Don Gregorio?
ResponderEliminarMiedo me da proporcionarle involuntariamente, don Tumbaíto, lo que aquellos "ojos claros, serenos" a don Gutierre de Cetina, "tormentos rabiosos". Es usted un atópico.
ResponderEliminarSi, parece que los derechos se han transformado en bienes de consumo, como el niño que no sabe que el filete de pollo no viene de la nevera, los ciudadanos no saben cómo se consiguieron los derechos fundamentales, De ahí que se pierdan con tanta ligereza y ante los tiempos que corren no estemos asistiendo a una rebelión social, ya no son bienes morales, son monetarios. La cultura del poseer nos arranca la dignidad.Claro que la civilización construye el derecho contra natura,pero necesita del marco de referencia. Hasta ahora todo lo que ha hecho la humanidad la aleja de la naturaleza y esas serán las Ruinas de Palmira
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