I
Hace unos días en una librería de viejo de Vic vi una maleta vieja repleta de cartas, postales, guías de viaje antiguas y libros de geografía. Le hice un comentario al librero sobre ella. Algo así como que aquella maleta tenía pintas de haber recorrido todos los mares y todos los continentes. El librero me la dio. No me hacía falta, pero ante su insistencia, no tuve más remedio que aceparla.
- ¿Pero le gusta o no? -me acorralaba,
- Sí, pero...
- ¡Ni pero ni nada, si le gusta es suya! ¡Se la doy!
Y me la dio.
Aquella tarde participaba en una mesa redonda en la Universidad de Vic y aparecí con mi nueva maleta vieja, que mereció elogios unánimes. Después la metí en el maletero del coche.
II
Hoy he decidido presentarla en familia. Estaban presentes mi mujer, mis hijos y mis nietos. Se la he enseñado como si fuera la maleta de Howard Carter. Pues bien, la reacción ha sido unánime: "¡Horrorosa!" A nadie le ha gustado. Hasta mis nietos, que suelen ser siempre mis cómplices, me han abandonado.
III
Con gran dolor de corazón he sacado la maleta de casa para echarla al contenedor de la basura.
IV
Me dirán que esto no es nada, pero con nadas así uno acaba tocado por el ala del ángel de la melancolía.
Las alas de la melancolía...son las alas de ave que no es ave.
ResponderEliminarSon las alas del ratón ciego que es nuestra curiosidad por el saber
¡Melancolía a la espalda!. Tendría que haber sonreído y dicho a sus nietos que la vendieran en wallapop y lo que se sacaran para ellos. Aún recuerdo un abogado con un escritorio de madera antiguo que la mujer del anterior propietario vendió baratísimo para comprarle a su cónyuge uno moderno de formica gris....
ResponderEliminar