I
En casa, donde está todo en su justo sitio y cada sitio te acoge solícito.
II
Vuelvo con la memoria desbordante de imágenes de satisfacción y con la certeza de que regresaré pronto.
III
Tuve un encuentro gratísimo con la buena gente del Colegio Montearagón. Y, después, cena. Podríamos haber estado hablando toda la noche. Pero mi cuerpo tiene su lógica imperiosa, e incapaz de transigir, impuso sus horarios.
IV
Estando en Zaragoza me era obligado visitar Luces de Bohemia, una librería anticuaria -así se presenta- de la calle Casto Méndez Nuñez, en pleno casco viejo. Estaba en la puerta a las 10:00 del viernes, pero no abría. Como tenía un teléfono de contacto, llamé y el librero me dijo que estaba en la feria del libro viejo de la Plaza de Aragón. Y allí me fui, feliz e ilusionado. ¿Qué más me podía ofrecer Zaragoza?
V
Temiéndome lo peor me puse un techo de gasto. Más de esa cantidad, no; de ninguna manera. Pero me encontré con muchísimas más cosas interesantes de las esperadas. Ya en la primera parada sobrepasé el presupuesto y, como era incapaz de prescindir de ninguno de los libros elegidos, le dije al librero: "Tengo que dejar libros, que he sobrepasado el presupuesto. ¿Por qué no me quita usted los que considere?" El hombre me miró, me sonrió y me dijo "¡Ande, ande, lléveselos todos por ese precio!"
VI
Hoy me he enterado que Javier Garisoain tenía un puesto allí. Pasé por delante, pero no lo vi. Me hubiera gustado saludarlo. Javier es el alma de "Urroz, villa del libro", donde el año pasado me encontré con un viejo maestro mío, Santiago Arellano, gran filólogo. Y gran navarro, fallecido poco después.
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