I
Decía Leo Strauss que la política tiene un fuerte componente infantil. Duele darle la razón, pero los políticos (o sea, todos nosotros) nos empeñamos en dársela. Por algún lugar se pregunta también -y esta pregunta se la trasladé el martes a Guillermo Graíño- quién es más enemigo de la filosofía si el sofista o el pueblo. Sin duda, el pueblo, porque es político.
II
Mientras la filosofía buscaría la sustitución de la opinión (la doxa) por la verdad, la política no puede renunciar a la opinión porque renunciaría a su ecosistema natural. A lo que quiere renunciar la política es a la filosofía.
III
Esta tarde doy una conferencia sobre educación en el pueblo en el que vivo, El Masnou, que por alguna razón poco razonable, me resisto a llamarlo "mi" pueblo. Intento preservar el "mi" para el pueblo de mi infancia. Pero ya he vivido aquí muchos más años que en mi pueblo y, de hecho, soy más de aquí que de ningún otro sitio. ¿Cuántos días aguantaría viviendo en mi pueblo?
IV
¿Están tratando en los institutos a los adolescentes como si fueran chicas deficientes?
La entrada IV merece una explicación, ¿no cree? Tengo una hija en el instituto y lo que noto es más bien lo contrario, que los abruman con responsabilidades: tienen que salvar el planeta, ser adalides de la igualdad más absoluta, empáticos hasta la anulación... Eso sí, en cuanto a aprecio por el conocimiento, cero patatero.
ResponderEliminarEfectivamente, se trata a los chicos como errores de la naturaleza que deben ser modificados. Y posiblemente son errores, pero it is what it is.
ResponderEliminarYo no tengo problemas de identidad.
ResponderEliminarMi pueblo es la maternidad de les Corts, ahí me dejaron un buen día.