Luisina Fernández es, para mí, una heroína emocional. Es una viuda de 95 años con reducidos ingresos. Padeció la Revolución de Asturias, la Guerra civil española, las infinitas penurias de una niña durante la segunda guerra mundial en la URSS y, al regresar a España, se encontró con serias dificultades para el reencaje. Pero nunca nadie la ha oído quejarse de nada. Se lo comenté un domingo cuando fui a su casa a hacerle una entrevista. Me contestó: “Cuando me duele algo, voy al médico, no a la vecina." Inevitablemente pensé en la definición de filósofo de María Zambrano: "Filósofo es el que ya no se queja."
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