Se ha ido el Fari.
Ha cogido sus cuatro bártulos y se ha vuelto para África. Antes de marchar nos pidió un teléfono móvil en desuso para su madre viuda. A sus hermanos les llevaba camisetas del Barça. Hicimos una colecta en el bar y le compramos un móvil nuevo. Nos dio las gracias y se fue. Y ahora echamos en falta lo que se reía cuando Antón le decía: "Fari, cuando cruces la carretera, sonríe, que si no, no se te ve y un día vas a tener un disgusto". Y él sonreía para nosotros mientras descargaba la calderilla de sus bolsillos sobre la barra del bar y hacía montoncitos con las monedas, agradeciendo nuestro interés y nuestras bromas y el vaso de agua de cada día.
Cada noche a eso de las diez emergía de la oscuridad de la playa y cruzaba la vía del tren y la N-II arrastrando su carro de la compra lleno de abalorios.
Durante el verano aún iba tirando, pero estos dos últimos meses lo único que vendía era pequeños elefantes anticrisis de un plástico vetado y quebradizo, con la trompa levantada, a un euro la unidad.
- Comprar, esto contra crisis. Elefante buena suerte.
Si alguien le replicaba que no estaba en crisis, el Fari hacía de los elefantes amuletos amorosos. ¿Quién no busca un trabajo más alegre o un amor más seguro?
Yo solía acompañarlo por las mesas para animar a los clientes a superar la crisis por un euro. Con irregular fortuna, todo hay que decirlo. Además un cliente que le compró un elefante tuvo un accidente doméstico y apareció una noche con muletas y un humor corrosivo que le hizo mucho daño a nuestra campaña de márqueting.
Más de una vez estuvieron a punto de atropellarlo al cruzar la carretera. Un conductor desalmado arremetió una noche contra el carrito voluntariamente, se lo arrancó de la mano y desparramó toda la carga de pulseras, anillos, collares y elefantes anticrisis por la Nacional II. Era bien triste oír su crujido bajo las ruedas de los coches mientras el Fari se llevaba desconcertado las manos a la cabeza.
- Fari, sonríe cuando cruces, que si no, no se te ve.
Nos dijo que para estar aquí sin hacer nada, prefería estar sin hacer nada en su pueblo de Senegal. Y se fue a refugiarse de la crisis en África. Ahora, cuando hace buena noche en Ocata, sentados en la terraza del bar, miramos a la oscuridad, por donde aparecía el Fari con su carro de la compra repleto de bisutería barata, y nos decimos que quizás el día menos pensado, en cuanto apunte la primavera, lo veamos reaparecer, como los brotes verdes.
Vostè és un mestre, don Gregorio!
ResponderEliminarMuchas gracias al blog por ayudarme a complementar mis trabajos sobre Indemnizaciones por accidente trafico, he podido adentrarme un poco más entre éstos temas tan interesantes.
ResponderEliminar