"Cuando era embajador en España, observé que, cada vez que su majestad católica Fernando de Aragón, el príncipe más poderoso y sabio, estaba a punto de embarcarse en una nueva empresa, o de tomar una decisión de gran importancia, lo hacía de tal manera que, antes de conocer sus intenciones, toda la corte y el pueblo ya insistían y exclamaban que el rey debía hacer tal o cual cosa. Luego anunciaba su decisión justo cuando todos la esperaban y clamaban, y es increíble qué justificación y favor encontraba entre sus súbditos y sus dominios".
En la pág. 96 de:
Kateiche to plêthos eleutherôs, como escribe Tucídides de Pericles
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