George Steiner, que fue su discípulo en la Universidad de Chicago, nos cuenta que Strauss comenzaba sus cursos con estas palabras: “Damas y caballeros, buenos días. En esta clase no se mencionará el nombre de…[y aquí pronunciaba un nombre teniendo buen cuidado de que fuese inaudible], que por supuesto es estrictamente incomparable”.
Inevitablemente los estudiantes se lanzaban voraces al filósofo impronunciable. “Esa noche –añade Steiner-, intenté hincarle el diente al primer párrafo de Ser y tiempo. Era incapaz de entender incluso la frase más breve y aparentemente directa. Pero el torbellino ya había comenzado a girar y así tuve el presentimiento radical de un mundo absolutamente nuevo para mí.”
Desconocía la anécdota de Steiner. En lo que a mí respecta, para la lectura de "Ser y Tiempo" más que recomendar la traducción de Gaos o la de Rivera, o la inglesa soy partidario del Almax Forté. Me supone un esfuerzo tal que me acuerdo de la santa madre de Heidegger a cada párrafo, o, como quizá le gustaría más a él, a-cada-en-relación a-continuidad-significativa en-texto. ¡Qué hombre!
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