Buscar este blog

sábado, 31 de agosto de 2019

Mi madre Oca

 I
Ayer, avanzadas ya las 8 de la tarde, cuando volvía a casa después de un largo paseo por la playa que me llevó hasta Vilassar, el mar se tiñó de repente de escamas de salmón. Tal como me oyen (o leen): Con todas las tonalidades del salmón: de las más plateadas y vivas a las más propiamente asalmonadas, con alguna pincelada de bronce bruñido. Y yo escuchaba entusiasmado Ma Mère L'Oye, en las dos versiones que concibió Ravel, para piano y para orquesta y en ambas me pareció un himno a la ternura. 

 II
Todo comienza con el girar de la rueca, interrumpido por el grito de dolor de la hilandera, que se ha pinchado y que yo no sé muy bien si es Mamá Oca o una imagen de las Parcas, aquellas tres mujeres, Cloto, Láquesis y Átropo que guían nuestros destinos hilando nuestras vidas. A ellas les gusta usar lana blanca, pero, caprichosamente la entreveran con hilos de oro o de lana negra, hasta que consideran que ya tienen suficiente y, ¡zas!, con un tijeretazo cortan el hilo de nuestra vida.

III
Ma Mère L’Oye se puede escuchar con las Hilanderas de Velázquez en la imaginación y un libro de Perrault bajo el brazo.

IV
Estoy buscando pájaros en la obra de Ravel.

V
Tras leer Por la concordia, de Cambó, he abierto el Cambó de Pla. Si Cambó te deja con un melancólico mal gusto de boca, Pla es como Lucrecio, que puede decirte las cosas más tremendas poniéndote de vez en cuando una gota de miel en su prosa. Su literatura es alta cocina, y muy sofisticada, acompañada de un porrón de vino más fuerte que exquisito. Pla es un Demócrito que mira con una desconfianza socarrona a todos los Heráclitos del mundo. Heráclito era el filósofo melancólico que cuando miraba al mundo no podía impedir llorar de pena, tanta era su empatía con los males del hombre. Demócrito, que veía exactamente lo mismo, como manejaba el arte filosófico de la distancia, en lugar de lllorar, dejaba traslucir en su cara una sonrisa discreta.

VI
En una famosa entrevista televisiva con Soler Serrano, Pla esboza una diferencia irónica entre la literatura castellana y la catalana. La primera escribiría frases “con cola de pez”, es decir, con un añadido estético que barroquizaría el conjunto, mientras que el catalán, más cartesiano y ascético, iría más directo a la faena enlazando, sin artilugios, sujetos, verbos y predicados. La división ha tenido fortuna porque Pla, siendo Pla, establece una diferencia y aquí toda diferencia está muy valorada. Pero, les pongo un ejemplo entre míl y ustedes decidirán. Escibe Pla: “Quan el dia era favorable a l’afinitat, les paraules s’acabaven i passaven les hores completament muts, l’un de cara a la riuada de la rambla, l’altre girat sobre l’interior de la botiga tocada per una llum vacil·lant.”

VII
Pla quiere ser objetivo y preciso con todo, y esa voluntad,  como es democrítea, es la fuente de su socarronería… en primer lugar, consigo mismo. A veces pienso que Pla es el único catalán capaz de dominar todos los perfiles del humor. Por eso es tan serio.

2 comentarios:

  1. Ya sé que no tiene nada que ver, pero quizá le interese este curioso hilo de twitter:
    https://twitter.com/PsicEduM/status/1167541183800840193
    M.L.S.E.

    ResponderEliminar

¿Sabes quién soy?

 I Vamos, renqueando, pero vamos. II En la carnicería, una mujer joven, de unos 30 años, pregunta qué es eso, señalando los cuartos abiertos...