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domingo, 8 de julio de 2018

Un hilillo de brisa antojadizo

2 de la madrugada. Tengo la ventana abierta de par en par, pero apenas un hilillo de brisa antojadizo viene a consolarme de vez en cuando. 

Sobre la mesa, las agendas de Victor Serge tan abiertas como mi ventana. 

Me entretengo revisando los teléfonos de Cristina Kahlo, Bullejos, De Negri, Paalen, Pivert, Lupe Marín, Gorkin, la redacción de Cuadernos Americanos... 

Por supuesto, sería absurdo llamar a ninguno de ellos. Ni tendría línea ni, de tenerla, daría con las personas mencionadas. Hace tiempo que salieron de viaje... Y sin embargo... hay algo en estos apuntes que me permite jugar con complicidades fantásticas. Esos teléfonos, en cierta forma, me ayudan a mantener desvelados a los muertos y me dejo llevar por la imaginación de una llamada imposible. 

¡Tendría tantas cosas que preguntar a cada uno de ellos! 

Dejo las agendas abiertas. Ya no tomo notas. Sólo las miro para intentar ver a través de ellas lo que la incitación de estos números reclama, como aldabonazos en la puerta de una casa deshabitada.

Tengo las agendas abiertas de par en par y un hilillo caprichoso de la imaginación se me va enredando en los ojos.

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