Hay cosas que sólo llegan cuando tienen que llegar. Que llegan en su momento justo lo sabes en el mismo momento en que llegan, porque te cogen con la casa en orden, alimentos en la despensa y el alma predispuesta a compartir la palabra.
Armando Pego me regaló su trilogía güelfa en junio del año pasado. Hace diez meses. Todo este tiempo ha estado delante de mí, sobre mi mesa de trabajo. A su lado se sucedían los libros y las premuras. Los recién llegados ocupaban el sitio de los ya leídos y la pila iba cambiando de forma y de color, sin que la trilogía güelfa se sintieran afectada por los caprichos que rigen el orden de mi mesa.
Hay cosas que simplemente es pecado grave leerlas por obligación y para no caer en pecado, dejas que las circunstancias ordenen tus preferencias a su manera y que suceda lo que Dios quiera. Hace unos meses comí con Armando y le reconocí sin vergüenza que sus libros aún estaban intactos encima de mi mesa y él me respondió con un gesto diáfano, diciéndome lo que yo ya sabía: que no tenía que rendirle cuentas.
Esta mañana he ido directamente a ellos nada más levantarme y me he pasado el día en su gratísima compañía. Ya comentaré en los próximos días alguna cosa sobre su contenido, ahora me limitaré a decir que esta trilogía es algo serio. Inevitablemente su destino es quedarse al margen de las modas literarias y filosóficas, pero, créanme, cuando uno se adentra en esta prosa tan envolvente, casi gregoriana, de Armando, uno se siente afortunado, aunque, curiosamente eso que se encuentra lo ha tenido durante meses a su alcance. No sé... pienso si la culpa habrá sido del quinto evangelista, es decir, de Bach, con cuya Pasión según San Mateo despedí ayer el día, que ha estado esta noche animándome a acudir a la trilogía güelfa como continuación natural de las cosas..
He sentido tu presencia, Armando, como en aquel paseo primero por las calles de Santiago o como en aquel segundo, siguiendo la linea de la playa, de Ocata a Badalona. Un abrazo.
En el blog de D. Armando está alguna de la mejor prosa que he leído en internet
ResponderEliminarAsí es
EliminarGregorio, me siento abrumado y agradecido. ¡En efecto! Las cosas llegan cuando tienen que llegar, pero siempre sorprenden y deslumbran, como sólo pueden hacerlo en la soledad del claustro, lejos de las modas, y al lado de ¡Bach! Tal vez fueron eso nuestros paseos: un preludio de excursión platónico-monástica una Un abrazo.
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