lunes, 6 de junio de 2016

La enfermedad, el dolor.

Imre Kertész escribe en La última posada: “La enfermedad no posee ninguna razón de ser moral (…). Ninguna relación con nuestros actos, ningún nexo con nuestras virtudes o nuestros pecados. No podemos responsabilizarnos de ella, porque no procede de nosotros, sino del descarrilamiento de nuestras células, de modo que la enfermedad nos viene, como suele decirse, pero no es nuestra. Carece de metafísica.”

En este sentido -así lo vio Rosenzweig-, la religión es más sensible al dolor humano que la ética. El dolor de la enfermedad no es una categoría ética, sino su punto límite. La ética permanece impasible ante la enfermedad propia o ajena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

Caen al suelo las hojas

Me pidió Javier Sánchez Menéndez -mi querido poeta sevillano- 40 aforismos para un libro colectivo sobre este arte breve para el que todo el...