Cuando le enseñé a mi amiga B. el libro que me acababa de comprar en la Librairie Guillaume Budé, me miró con cara de perplejidad mientras me decía que "la vejez es la rendición incondicional". Pero eso mismo es lo que viene a decir Jérôme Thélot en este luminoso librito sobre Rousseau: que en la rendición incondicional a la vejez descubrimos por primera vez la faz de la naturaleza. Como en la juventud la naturaleza es lo que nos empuja no la miramos a ella a la cara, sino que dedicamos toda nuestra atención a los objetos a los que nos empuja. Sin embargo en la vejez la naturaleza es lo que nos espera y es imposible no verla cada vez con más claridad a medida que nos acercamos al desenlace final. Si esto es así nos moriremos aprendiendo una lección que no le podremos enseñar a nadie.
O cambiamos los atributos de la vejez y le incorporamos otro asignados a la juventud como capacidad de entusiasmo, de asombro, ganas de hacer cosas interesantes, afán de veracidad, etc, o usted no eres viejo ni de lejos. (Lo sé, tiene asumidas las limitaciones físicas de la edad y se beneficia de las ventajas intelectuales, pero es que hay viejos y viejos).
ResponderEliminarQuerido amigo. Yo tengo 60 años. Mi rodilla y mi oído derechos se empeñan en tener bastantes más, pero me mantengo curioso, eso sí, y he descubierto que si no lees la prensa ni ves la televisión, el día da para mucho. Ya puestos, le voy a confesar a usted un secreto: me he pasado la vida luchando contra mi timidez y creo que en estos últimos años la he vencido. Pero veo a mis nietos crecer y no puedo evitar comparar la heterogeneidad de nuestro desarrollo.
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