Abrió el paraguas por fin y se quedó un momento suspenso y pensando: «y ahora, ¿hacia dónde voy?, ¿tiro a la derecha o a la izquierda?» Porque Augusto no era un caminante, sino un paseante de la vida. «Esperaré a que pase un perro ––se dijo–– y tomaré la dirección inicial que él tome.»
En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta Augusto.
Don Miguel de Unamuno, en su Niebla.
Por cierto que don Miguel parece querer dar la razón a los pedagogos modernos cuando un poco más adelante nos aconseja "¡no metáis en la cabeza lo que os quepa en el bolsillo!", pero inmediatamente deja las cosas claras: "A lo que habría que añadir por complemento: ¡no metáis en el bolsillo lo que os quepa en la cabeza!"
Sabes latín, en el sentido literal y figurado.
ResponderEliminarUn abrazo entrañable desde Rivas, Gregorio, con mi gratitud por la lectura de tus aforismos. Filosofía de calle, liliputiense y breve, que sirve de paraguas entre la lluvia de lo cotidiano. Reseñaré en el blog tu libro. Un abrazo de nuevo y feliz jornada.
ResponderEliminarRecibo el abrazo con un profundo agradecimiento, José Luis.
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