Buscar este blog

lunes, 24 de agosto de 2015

La verdad circunstancial y el dogma

Llevo meses inmerso en la historia del comunismo y si algo me queda claro es que, en sentido estricto, los comunistas no eran dogmáticos, puesto que de un día para otro podían poner patas arriba su estrategia y defender lo contrario de lo que hasta aquel momento habían defendido. Eso sí, eran igual de sectarios los dos días y los dos días los militantes estaban dispuestos a dar la vida por el Partido. En España los comunistas salieron a la calle el 14 de julio del 31 a protestar contra la república burguesa, gritando que querían todo el poder para los soviets en un país en el que no había ni un soviet y, en todo caso, lo que estaba en juego era si la república naciente tendría o no todo el poder. Cuando llega de Moscú la orden de defender los frente populares, los socialistas pasan de socialfascistas a compañeros de cama. Cuando en el 38 se acusa al PCE de estar siguiendo al dedillo instrucciones de Moscú, este partido lanza una campaña nacionalista en la que España aparece invadida por los moros y hay que defenderla con el coraje del Cid y Agustina de Aragón. No sé si hubo un partido más estalinista que el que dirigía Pasionaria, pero el día que amaneció con la obligación de ser antiestalinista, allí estaba Pasionaria criticando el culto a la personalidad. ¿Qué tipo de dogmatismo era el del comunismo? No era un dogmatismo como el católico, articulado en torno a dogmas incuestionables, sino un dogmatismo articulado en torno al Partido, "que siempre tiene razón". "No se puede tener razón fuera del Partido", dijo Trotsky. Y Stalin lo siguió defendiendo que el Partido se fortalece depurándose de quienes dudan de que sólo el Partido tiene razón. Y miles de intelectuales occidentales se arrodillaron fervorosos ante él. ¿Que cuál es la razón? ¡Pues la del momento! Recuerden ustedes el pacto entre Stalin y Hitler. Por cierto, al día siguiente de firmarlo le prohibieron al PCE que calificase el régimen de Franco de fascista. Era sólo franquista. El fascismo no era malo. Lo que era malo era ser inglés o americano. Trotsky, por esta misma razón, paso de ser un espía de Hitler a un agente angloamericano. Y todo, insisto, de un día para otro.

5 comentarios:

  1. Un caso paradigmático, Jacques Doriot. Anticipa la necesidad de crear frentes populares atrayéndose a los socialistas para que no se repitiese el fiasco de Alemania y desde Moscú lo mandan a paseo para, poco después, aplicar sus postulados. Total, que él mismo se acaba haciendo nacionalsocialista.

    Por cierto, cuando Hitler toma París uno de los telegramas de felicitación se lo envia... Iósif Stalin.

    ResponderEliminar
  2. Lo que me inquieta más és la reverencia hacia eso del 'partido' y como se justifica 'tot plegat'

    ResponderEliminar
  3. Trotsky, 1924: “Claramente el Partido siempre tiene razón… Nosotros sólo podemos tener razón con y por el Partido, porque la historia no nos ha proporcionado otro medio de estar en lo cierto… Y si el Partido adopta una decisión que uno u otro de nosotros piensa que es injusta, dirá, justa o injusta, es mi Partido, y yo soportaré las consecuencias de esta decisión hasta el final.”

    ResponderEliminar
  4. Molt bona reflexió, Sr. Luri

    ResponderEliminar
  5. "Llevo meses inmerso en la historia del comunismo"
    ¿Escrita por quíen?
    Cuidado

    Este es un tema temario (de muchos 'escapularios')
    en el que hay que definir y localizar
    desde que 'minarete' se está hablando
    porque, naturalmente, aqui se "han cortado muchas piernas"
    para después acusar al mutilado de que "no puede andar".

    En el orfeon burgués,
    la "Historia del Comunismo"
    es lo mismo que en medicina
    adentrarse en la lectura
    de la Historia de una Enfermedad Erradicada
    ...que no le convenia al 'Colegio de Médicos'

    Estas lecturas demandan un gran poder
    en saber separar los elementos Subjetivos de los Objetivos.

    De lo contrario nos predisponemos
    a caer en las fauces de los "erradicadores de la enfermedad"...

    ResponderEliminar

Un amor perdurable a fuerza de no serlo

I En las últimas décadas del siglo XIX vivió en Oviedo un hidalgo llamado don Pepito Alegre, considerado unánimemente como «cumplido caballe...