"En el año 1764 dejé de creer que se pueda convencer a los adversarios con razones impresas. No es pues por eso por lo que he hecho servir la pluma, sino para cabrearlos, dar ánimos y fuerza a los que están conmigo y hacer saber a los otros que no nos han convencido". (Lichtenberg, en 1775).
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